PUBLICACIÓN DE LA REVISTA ARISTOS INTERNACIONAL DE OCTUBRE 2020. TEMA INJUSTICIA SOCIAL
¿ QUÉ ES LA INJUSTICIA SOCIAL?
Por Elsa Lorences de Llaneza
-Argentina-
VIVENCIA
La “INJUSTICIA SOCIAL” es el desequilibrio en el reparto de los bienes y derechos sociales en una sociedad”
Durante más de treinta años, participé, sin saberlo, de
la Injusticia Social, tratando de cambiarla más, precisamente, en los
niños que son mi debilidad.
Con ese propósito, entré a colaborar con el Padre Rafael
Morán Díaz, Párroco de la Iglesia de Lourdes de CABA. Dicho Padre, tenía
una casa alquilada para atender a los chicos de la calle. Chicos sin
futuro entre 13 a 18 años, drogadictos, que hacía meses e inclusive años
que no veían a su familia.
Perdidos en sus ensueños, dormían en la calle e iban a la
Parroquia a pedir limosna a la salida de las misas. Por miedo, porque
algunos eran agresivos, muchos feligreses cambiaron de Iglesia. El
Padre, que los amaba en su orfandad, sufría por ellos y cansado de pedir
a las autoridades de aquella época, un lugar donde alojarlos, se le
ocurrió junto con algunos vecinos, alquilar esa casa vieja que casi se
caía a pedazos. Los mismos vecinos y gente de la parroquia, la
arreglaron malamente, pero servía.
Aquí entro yo. Era mi primera colaboración. Poco a
poco me fui acomodando. Mi tarea era organizar eventos para recaudar
dinero para sostener la casa. Éramos 5 madres: Una se ocupaba de hacer
el desayuno, otra el almuerzo, la tercera la limpieza, yo y la otra
darles de comer la última comida del día, porque a las 17 hs la casa se
cerraba hasta el día siguiente y los chicos iban a la calle. Los chicos
se bañaban, se cambiaban de ropa y algunos estudiaban con
dos asistentes sociales. Los que querían. No se obligaba a nadie. Lo
único que no podían hacer era drogarse mientras estaban en la casa.
Trabajé con ellos unos 5 ó 6 años, hasta que al padre le
pidieron la casa. Oí cosas horribles. Las vidas de estos chicos no valia
ni una moneda de 10 centavos. Estaban solos, habían sido maltratados y
en muchos casos abusados por sus padres o familiares. Vivían amontonados
en una pieza de dos por dos con 5 ó más hermanos. No comían, no
estudiaban, vivían en la mugre sin ninguna perspectiva de mejorar y
fueron presos de la droga. Nadie se ocupaba de ellos. Muchas de las
madres se dedicaban a la prostitución para poder dar de comer a los
niños. Nadie los contenía, ningún gobierno se ocupó de ellos en los años
que compartimos juntos a pesar de los pedidos del Padre. Mi pregunta
siempre fue: ¿Por qué esta desigualdad? ¿Por qué nadie hacía nada por
ellos?
Una sola vez los oí reír y cantar, fue cuando se pintó la
casa y se colocó un altar en el patio dedicado a la Virgen de Lourdes y
con una misa se unió a los vecinos y a los chicos.
Y otra vez, cuando a Antonio se le cayó un papel doblado
en cuatro y cuando lo levanté y lo leí, me encontré con un poema para su
mamá. Antonio era un chico que apenas sabía leer y escribir, pero con
muchas faltas de ortografía, le había escrito un poema a su madre que
hacía cuatro años no veía. Cuando el Padre Rafael lo supo, un
movimiento positivo se produjo en la casa. Buscamos a su mamá y todos
lloramos cuando la madre y el hijo destruido por la droga se encontraron
después de tanto tiempo. Con el Padre Rafael arreglamos todo y lo
internamos en una casa de Recuperación y todos los domingos nos
turnábamos para ir a verlo y a animarlo a seguir. Este fue el recuerdo
positivo. Después de tanto dolor y tanto desaliento.
Pasaron tres años. Yo ya había pasado a madrina de un
hogar de niños con enfermedades neurológicas graves, donde me seguí
topando con la INJUSTICIA SOCIAL. Pero esto será para otra ocasión.
Al Padre Rafael lo había cambiado de Parroquia y
quise ir a visitarlo. Mientras esperaba que me recibiera, entró un joven
desaliñado a la sala, se sentó y se puso a mirarme insistentemente,
tanto que me empecé a sentir incómoda. De golpe el joven se puso de pie,
se acercó a mí y mientras el olor a sucio me taladraba me preguntó:
-¿Señora usted es Elsa la de la casa de Añasco? Ahí recién lo reconocí.
–Fernando, exclamé y lo abracé. ¿Cómo estás? – Recién salido de la
cárcel Señora. ¿Qué te pasó? – Robé para comer y la yuta me pescó. – ¿Y
los chicos? – Algunos presos, otros los perdí de vista. – ¿Y Luisito?
Pregunté. (Luisito era el más chico. Tenía 13 añitos cuando lo conocí.
Ya no tenía el tabique nasal destruido de tanto drogarse) – Luisito
murió Señora. – Hijo, ¿Qué les pasó? ¡Nosotras hicimos tanto por
ustedes! – Sí señora, ustedes hacían mucho de día, pero a la noche, para
no tener frío ni hambre teníamos que robar para drogarnos.
Me puse a llorar acongojada. Sentí que llegaba alguien y se
paraba detrás de mí. Era el Padre Rafael. Nos pusimos a llorar. Elsa, me
dijo, te juro que hice todo lo posible para conseguirles becas para
hogares, para estudios, para hacerlos hombres de bien pero no lo
conseguí. Solamente salvamos a Antonio y los tres, abrazados lloramos
largo rato.
¡Si sabré yo de INJUSTICIA SOCIAL!
Elsa Lorences de Llaneza
elsalorences@yahoo.com.ar
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