Sí, soy yo, sé que me estaban
buscando,
soy motivo de repudio para los
acomodados,
el que les provoca el asco, aquel que
cae fatigado
en el quicio de una puerta, por el
alcohol, derrotado;
Y se despierta más tarde entre el
dolor de su alma,
y la pesada respuesta de su cuerpo
atormentado.
Tan solo soy… Un enfermo, que entre
los fatuos vapores
del alcohol, se ha refugiado, pues
este a momentos mitiga
las amarguras vividas, y los dolores
pasados,
que con la mente despierta, yo no
sería competente
para con fuerza enfrentarlos.
¿El por qué de mis andrajos? Y de la
sucia presencia
que represento a mis pasos, ha de ser
porque hace tiempo,
perdí el respeto a mí mismo, ya no me
importa si acaso
mi barba está muy crecida, o mis
deshechos mancharon
mi cara o mis andrajos.
Y cuando a mí me preguntas ¿Por qué
has caído tan bajo?
te equivocas compañero, ha de caer lo
que sube y yo,
yo siempre estuve abajo, nací abajo y
el destino,
me ha mantenido en mi sitio, sigo
siendo yo
de aquellos, a los que ustedes
voltean, y nos miran,
hacia abajo.
Mi historia que de vulgar nada tiene
de agradable,
comienza al mismo momento en que al
azar fui engendrado,
sucedió a no equivocarme, alguna
tarde en un barrio
de entre los más aislados, donde un
grupo de maleantes,
por la droga atiborrados y ahogados
en alcohol, una casucha asaltaron.
En ella solo encontraron a la que un
día fue mi madre,
y con brutal salvajismo y con
aspereza, violaron;
después del fatal suceso, ella se
ganó el desprecio
del que fue su compañero, que al
enterarse del hecho,
la abandonó cual si fuera engendro
del mismo diablo,
argumentando que ella, con todos sus
coqueteos,
¡Podría haberlos provocado!
Quedó así sola mi madre,
sin saber que ya en su seno latía una
nueva vida,
sin haberla ella planeado; mal
cuidada, mal comida,
pues, se fue debilitando, y así llegó
el día sonado,
en que a este mundo de penas, fui sin
festejo arrojado.
En el esfuerzo del acto y con lo
frágil de su cuerpo,
mi madre pago el pecado de ese grupo
de irredentos
y murió dándome vida, y tocó al fin
su descanso.
Y en este mundo tan frío así quedé
solitario,
con minutos de nacido, mi madre se
había marchado.
La comadrona que estuvo en el
fatídico parto,
tomándome entre sus manos fue a
depositarme al punto
al hospicio más cercano, y en el
transcurrió mi vida
hasta los diez y seis años, entre
momentos de angustia
y riñas con mis hermanos, por un
pedazo de pan
a alguna niñería que nos hubiera
tocado.
¿Amor dentro del hospicio? ¡No señor,
ahí era escaso!
las relaciones vividas entre todos
mis hermanos
tan solo eran por la vida, por
sobrevivir un rato.
Y escapé del buen hospicio en un
arranque de macho,
afuera estaba la calle, la tentación
y el encanto.
Y recorriendo las calles me topé yo
de inmediato
con la rudeza maligna, que rodearía
mi escenario.
Y se me dio el tiempo exacto, para aprender las lecciones
que la vida me daría en esta selva de
asfalto,
y aprendí pronto los roles de este mi
nuevo reparto.
***Y pronto ocupé mi sitio, mas ese
sitio se paga
con la bravura de un tigre, y la
estupidez de un chango,
imitando de los otros las adicciones
del caso,
cemento, alcohol, marihuana y en
ocasiones… tabaco;
y la banda en sus atracos nos
proporcionaba plata
para comprar los carrujos, de la
verde marihuana.
Y fui acabando con la fuerza que aún
mi cuerpo guardaba,
y del alcohol me hice amigo, dejando
la marihuana,
hoy ya solo de alcohol vivo, y del el
soy un esclavo,
¿Qué si acaso lo dejara? con claridad
en mi mente
tantas dudas engendradas, fácilmente
me mataban.
Por esto adormezco a ratos esta
conciencia traidora,
que me grita por momentos que estoy
acabando el paso,
que mi cuerpo está muriendo por el
alcohol decantado.
¿Ayudarme tú? ¡No puedes!
tal vez hace muchos años alguien lo
hubiese logrado.
Pues esos seres que inician su vida
con tanto agravio,
que nunca fueron amados, que no
conocen acaso
el afecto más sencillo o el cariños
más velado,
no pueden quererse nunca, y yo a mi
cuerpo rechazo.
¿Una manera cobarde de destruir este
infierno?
Que si, ya lo sé, tal vez para ti sea
vida, pero en mí,
no es ni acaso el remedo de la dicha
que otros viven sin pensarlo,
por eso es que soy alcohólico y a
diario me voy matando,
con ese deseo inconsciente de pronto
acaba el paso.
Dicen los que saben mucho, que a esta
vida venimos
a purgar nuestros pecados, y que no
terminaremos
hasta que quede bien blanco, ese
traje tan manchado
que con el correr de los tiempos,
vamos a diario ensuciando;
Y yo así voy convencido, que si en
vidas anteriores
acumulé algún pecado, bien grande
debe haber sido,
pues aún lo sigo penando, mi traje
sigue manchado.
Soy alcohólico, un enfermo, y moriré…
¡Congestionado!
Eduardo Martínez Zendejas.
México
Querido Eduardo. El Blog se reserva el derecho de admisión de los poemas en el sentido de su extensión. Este es muy largo para las prolongaciones que usamos pero demasiado hermoso para no publicarlo. Te felicito. Se merecía el premio que recibió.
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