Señor de la Eucaristía,
dueño de mi corazón,
al que extasiada contemplo
nublándose mi razón.
Una cosa nos dejaste
en esta Hostia bendita,
Tú cuerpo y sangre Señor,
que todavía palpita.
¿Qué te hecho yo, mi Jesús
para merecerte así?
No solo escupí tu cara
sino que te crucifiqué,
y a tu Madre, pobrecita,
sin su hijo la dejé.
Y Tú te me das así,
sin cobrarme estas deudas,
absolviéndome y amándome,
tal como si yo valiera.
Ni tan siquiera me queda
la gracia de pedir perdón,
porque ya me has perdonado
antes de saber quien soy.
Jesús, Señor, Hostia mía,
que me miras y te miro,
quiéreme como que te quiero
y bendíceme alma mía.
Elsa Lorences de Llaneza
elsalorences@yahoo.com.ar
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