martes, 16 de junio de 2015

COMPARTIENDO VIVENCIAS: Aída Martha Castelan, AMOR MATRIMONIAL HASTA EL FIN.

 

Tomando un café con mi esposo, en un momento toma mi mano y dice “eres todo para mi” e inclinando la cabeza besa mi mano, allí vi el pelo blanco y escaso y me dije ¡como han pasado los años!
Recordé entonces que siendo agente de Pastoral de la Salud y Ministro de la Comunión siempre me daban para visitar o llevar la eucaristía a personas mayores, nunca asistí un enfermo joven, para mi eran los ancianos ¿Por qué? Seguramente cosas de Dios. ¿Por qué me elegía? No sé.
Visitaba señoras o señores viudos que vivían con algún hijo o hija y debía escuchar en algunas oportunidades el agradecimiento hacia ese hijo y en otros las quejas de unos contra otros.
Entre estas personas iba una vez por semana y a veces dos a casa de un matrimonio con más de cincuenta años de vida matrimonial, llenaban mi alma con el amor que se sentía, podría decir hasta se olía en ellos. En una de mis visitas Delia (la esposa) me cuenta que su esposo se olvida mucho las cosas, en otra me dice: siempre sale solo y nada ocurre, pero ayer tuvieron que traerlo, será que ya no podrá salir solo a caminar, le dije quizá es necesario que su hijo lo lleve a una consulta, pasó el tiempo y al llegar la encuentro sola y llorando, eran lágrimas silenciosas, ningún sonido.
-     Que ocurre Delia
No me reconoce, ya van varias veces que me pregunta quién soy, nuestro hijo lo llevó a caminar, cuando regrese se acordará nuevamente de mí, pero no se por cuánto tiempo. Esto es una prueba de Dios.
-     No Delia, Dios nos ama y no nos da grandes pruebas, recuerde esta es la misión que Dios puso en su camino.
Es muy duro, me duele mucho ¿podré soportarlo?
-     Seguro que si Dios no nos da nunca algo más fuerte que nuestras fuerzas no lo puedan soportar.
En ese momento regresaron Miguel (el esposo) con el hijo y Miguel enseguida se acerca a Delia y le  dice que la ama.
Les di la Eucaristía y los dejé tranquilos.
Volví otro día a visitarlos, sabiendo que Dios los puso en mi camino para que los acompañara, tratara de consolar a quien sufriera y encontré un cuadro peor.
Miguel decía al hijo < mi esposa me abandonó, yo quiero ir a casa, pero primero tengo que encargarme de hacer comprender a esta muchacha que debe ir con su familia, que yo nada soy con ella>.
Delia lloraba, no podía entender que Miguel la tratara de este modo. Dije entonces a Delia
-     Ya sabe Delia que Miguel tiene un problema neurológico que hace que se pierda en tiempo y espacio- Tenga paciencia.
No puedo soportar esto. Respondió
-     Dígame Delia, pero dígame la verdad, si usted hubiera sabido que esto ocurriría, se habría casado igual con él.
Sì, yo lo amo y no voy a dejar de amarlo porque él no me conoce, pero me duele. Mi cuñada me dice que lo interne, que lo haga declarar insano para atender todo yo y no tener que acompañarlo u aclararle las cosas a cada momento. Pero no puedo sobre todas las cosas LO AMO y ante Dios prometí “en la salud y la enfermedad”
-     Entonces ante cada sufrimiento diga de corazón “Jesús, pongo en tus manos este dolor. Confío en Ti” y deje todo en sus manos.
En esos momentos nunca se me ocurrió que esto me podía pasar. Ahora que lo estoy viviendo doy gracias a Dios, que con su infinito amor me fue preparando para la misión que iba a tener que cumplir, es duro, pero el Señor da las fuerzas necesarias. AMO A MI ESPOSO Y AÚN EN SUS MOMENTOS DE OLVIDO ESTOY SEGURA QUE ME SIGUE AMANDO.
-“Jesús confío en Ti”

A cuántos matrimonios le puede ocurrir esto y es como dice la canción que solemos cantar en misa “Si es difícil la vida para el que cree, cuánto más debe ser para el que no cree”.

                                        Aída Martha Castelan
                                               07/06/2015

Qué hermosa historia nos cuenta Aída. Para meditar y pensar que todos podemos tener que pasar por estas cosas porque son cosas de la vida. Fuerza amiga. Dios va a premiar todo lo que haces por tu esposo. Ten cuidado no te desgastes. María acompaña cubriéndote con Su manto AMÉN.

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