miércoles, 4 de diciembre de 2019

RELATO: EXPERIENCIA NOCTURNA ADRIÁN ESCUDERO

EXPERIENCIA NOCTURNA
Al Amor.
En especial, a los Amantes que supieron conseguirlo...
  
   Disminuya la velocidad. Velocidad, veinte kilómetros por hora...
   Dejo atrás los carteles y me persigno. No estacionar.
   Siempre lo hago cuando paso por allí. Al hacerlo, desvío también la cabeza buscando el templo invisible que se levanta como una esperanza de trascendencia en su interior. Como el único órgano vivo latiendo mansamente entre tantos sepulcros... Ajeno al cuerpo de la Muerte que se arraiga en forma de muro explanado en el olvido, a lo largo de la avenida taciturna. La avenida Blas Parera santafesina.
   Porque es de noche. No muy tarde aún. Tampoco temprano. Como las nueve, y ellos ahí. Abrazados entre roces de ternura, alentando la simbiosis del amor capaz de transformar en uno a dos. Capaz de violar la soberbia racionalidad del universo. Dos. Pero no. Uno más uno, Uno.
   Es un breve lapso en el que mi mente se detiene y mi alma busca relacionar la dulce ironía de aquella escena, que es fugaz –que lo será, por cierto, como la vida-, pues mi coche continúa su marcha arrastrando el rocío noctámbulo de julio, agrumado en los cristales como gotas de lluvia.
   De vuelta a casa.
   Y sonrío. Porque es cierto lo que sucede ahora a mis espaldas. Cien metros atrás. Ya, doscientos... Es verdad. He doblado a la izquierda y luego a la derecha evitando semáforos, ahondándome en la intimidad solitaria del barrio contiguo al Cementerio Municipal... Al último teatro de la ciudad, le llamará –tiempo después- un joven escritor santafesino…
   Cuatrocientos metros. Y me obligo a una conclusión. He pasado por allí muchos días con sus muchas noches, ahogado en la fiebre del estío, saturado de sol, henchido de humedad, aturdido de grillos, maravillado de estrellas. O aromado de flores. O sacudido de hojas. O adormilado por la opresión del invierno que, de nuevo, se reedita siempre exasperante y novedoso...
   Y es la primera vez que veo algo así.

   Es un segundo apenas que no alcanza a evitar que yo pueda adivinarlo todo.
   La cintura estremecida de la niña en la calidez del abrazo enérgico. El ronrón de las palabras de dicha que desata pañuelos de niebla en el aire aterido de esa noche especial. Para ellos. También para mí. Porque creo y busco el amor por doquier. Sabiendo que es como una planta a regar todos los días para que transcienda el tiempo y la distancia...
   Porque cerca del aliento fogoso, estremecido, la Muerte acecha. Se contrae irascible ante la proximidad de lo que ellos representan. Pera nada puede. Ellos son el Amor. Intenta anudarlos entre sus placas marmoladas, asfixiarlos en sus cavernas nauseabundas, rodearlos como un lagarto horrendo y fatal, pero no lo consigue. Porque, irreverentes, ni siquiera notan su presencia abominable. Sólo aman. Se aman. Y Ella no existe para ellos... Hasta que…, al fin de un segundo de siglos, vuelve a su quietud de torres grises, a sus cruces de metal oxidado, a su silencio de muro explanado en el olvido, a lo largo de la avenida taciturna.
   Es entonces cuando, en aquel instante de aquella noche fría y develada, ellos, de pie frente a ese cuerpo de huesos, crisantemos y calaveras hambrientas, al amparo de sus paredes crispadas, se dieron aquel beso de amor inolvidable, como un relámpago, frenético, desbocado, jurándoselo hasta su Nombre inveterado.
   Por mi parte, una buena jornada de trabajo.
   ¿Lo otro? Una imprevista experiencia nocturna.- 

                                                                              ADRIÁN ESCUDERO                           

1 comentario:

  1. Querida Elsa, ángel de Luz...
    Agradecerte la publicación de este relato que surgió del asombro nocturno de observar, desde mi auto y en aquella noche avanzada, camino a mi hogar (sito en aquel entonces en Bo. Las Flores I), a esa pareja desenvuelta y deshinibida ante la Muerte al acecho, prometiéndose ternuras desde un abrazo de almas enamoradas, en la puerta misma del Cementerio Municipal de nuestra ciudad de Santa Fe (La Capital, Argentina). Fuerte abrazo de Adviento Navideño, amiga del alma y hermana en la Fe y Humanidad. Y en contacto.

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