miércoles, 25 de diciembre de 2019

RECORDANDO: "UN INSTANTE" DR. JORGE BERNABÉ LOBO ARAGÓN

  “Un Instante”
Imposible es solamente una figura retórica. Existen dificultades con las que uno tropieza en la vida, pero a los sesenta años, ante las contrariedades uno va naturalmente en búsqueda de las cosas altas, elevadas, espirituales. Así que, sentado en la computadora  y sin ganas de escribir sobre temas de mi profesión, me  vienen a mi mente recuerdos imborrables. No estaba soñando, sino recordando una mañana en el Campito. En el milagroso Templo de San Nicolás de los Arroyos a orillas del Río Paraná. Después de viajar más de mil kilómetros desde el Jardín de la Republica hacia la ciudad de María y de escuchar silenciosamente a la vidente Gladys Quiroga Motta me sumergí en la Catedral. Imponente y resplandeciente. Ella, estaba hacia un costado del atrio envuelta en una caja de cristal. María del Rosario, la Virgen vestida de azul, tenía el Niño en brazos y un rosario en la mano. Nunca había visto una imagen tan cálida y natural. Sus ojos negros me miraban y a su vez contemplaban al mundo y abrazaban a la humanidad. Solamente pude tocarla detrás del vidrio que la cubría. Su mirada eterna ya evocaba los recuerdos de cuando mi madre me alzo y me  consagro a la Señora de los Cielos. Azorado y cansado por el viaje con mis muletas a cuestas, me senté en un madero que atravesaba la basílica. Mire silencioso hacia el circulo superior del templo y un imponente diseño de arquitectura y deslumbrantes figuras en vidrio serpenteaban elegantemente. Junte mis manos agradeciendo el privilegio y la oportunidad de ser uno de los primeros peregrinos en llegar al santuario. Después de una mañana soleada y refulgente, un ruido de viento y tormenta abrieron cada uno de los ventanales superiores de la basílica. Esa vidriera de colores se movía y sacudían al unísono proyectando una luz que parecía venir de otro mundo. Un apabullante espectáculo de luz y furor entraban por cada una de las escotillas, sumiéndome  en un estado de gracia que me impulsó  a exclamar “Madre mía, Señora mía”. La sinergia de los paños de cristales parecía ceder ante la fuerza de la naturaleza. El ruido de la tormenta no cesaba y los ventanales multicolores parecían salirse de su  círculo pronto a desprenderse. Los vitrales en su conjunto esparcían un rayo  de luz palpitante y vivo. Era una tormenta de verano que solamente duro unos minutos. El interior del templo estaba animado con una atmosfera rutilante de piedras preciosas de distintos e intensos colores que daban al lugar sagrado un tinte mágico. El increíble suceso casi sobrenatural de este maravilloso despliegue de luz, agua, viento,  color y geometría parecían celebrar  la vida del Eterno y su Madre en el Sagrario. Me sentí arrollado de la Ecuación “Dios es luz” como imagen de lo etéreo e  inaccesible. Con dificultad me pare con mis muletas buscando la salida. Salté al Campito de la Virgen que rodea el templo. Mire otra vez a lo alto y nubes bajas y grises cubrían la mañana recordando al  aguacero del minuto. Era un día de semana, sin muchos peregrinos. Había leído sobre las manifestaciones extraordinarias de la presencia de Dios y de la Virgen, como la danza del sol, que nos recuerda el milagro de Fátima. El perfume a rosas, el ver brillar el rosario sobre las paredes en varios hogares, las bombitas de luz que al quemarse dejan impresa la letra “M” de María del lado de adentro, eran los relatos de muchos que buscaban seguramente alguna salida a su fe adormecida. Me senté sobre una piedra a descansar. De pronto una tenue neblina me arropó, me cubrió de naturalmente, como si fuera el “alpapuyo” de mi Tafí del Valle que con sus espesas capas de nubes bajas parece recorrer el valle sin rumbo fijo. Me sentí trasportado y lanzado a otra dimensión. El mundo real se había alejado. Solamente sentí la presencia de mi ser trasportado a un plano distinto. Como si no tuviera movimiento, atine a tocarme la cara y lágrimas brotaban de mis ojos sin que pudiera controlarlas. El tenue sol que apenas apareciera en la mañana gris, empezó a acercarse con movimientos circulares y armoniosos como tratando de atraparme. Nunca había pensado que estuviera de cara frente al  fenómeno reconocido por muchos. Tampoco fue una ilusión ya que podía ver al astro sol sin que me encegueciera. Como un rayo, se rasgó la tupida neblina  y sobre el cielo azul y diáfano se formó nítido y abierto un triángulo. Un marco perfecto con los colores blanco, celeste y rosa del manto de la Virgen. Era sin duda la forma triangular plasmada en el reverso de la medalla que la Santísima Virgen le pidió a la vidente. Un triángulo con estrellas en sus vértices y con tres más rodeando cada lado. Fueron unos minutos. Un instante. Un tiempo. No lo sé. Es y será uno de los recuerdos imborrables de mi vida.

Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Argentina #Tucumán

Fotos tomadas por mi hijo Javier el 9 de Noviembre de 2019. Yo, con la misma emoción con que usted hace este relato. Sí. ir al Campito de María de San Nicolás causa, para los que amamos a María una sensación de paz y emoción a la cual no nos  podemos resistir y lloramos, pidiéndole que nos deje volver el año próximo como lo hacíamos siempre. ¿Por qué guardé las fotos mi querido Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón? No lo sé. Tal vez porque presentí que alguien iba a escribir sobre ella y ese fue usted. ¿Reconoce el lugar? María se acuerda de usted. Mil bendiciones y gracias.   Elsa Lorences de Llaneza.

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