martes, 24 de diciembre de 2019

RELATO EL NIÑO DE BELÉN. ADRIÁN N. ESCUDERO


EL NIÑO DE BELÉN 
 
¿Uno?
“El Reino de Los Cielos pertenece a los que son como niños”
(Mt. 19,14)

   Mi amigo, el Bioingeniero Domingo Calisse, un germano radicado en Argentina y experto en nanotecnología, era no sólo nuestro jefe de equipo por entonces, sino también un abuelo 
alborozado y alborotado cuando nos relató, perplejo y orgulloso a la vez, precisamente en la sala de embarque del Aeropuerto de Roma -en tanto ansiaba concluir ya su visita de trabajo a la región del Lazio y al Vaticano, para volar a su tierra natal y abrazarse con su pequeño nieto Franz- que, su inquieto nieto de casi cuatro años de edad, fue llevado a visitar por su papá Jorge Calisse el pasado año –Jorge, también Ingeniero pero argentino radicado en Alemania- y el pasado año, la nevada capilla de Belén del Barrio Lichtflendwest de Berlín y en tiempo de tercer domingo de Adviento Navideño…  
Y dice este padre, no sin el citado orgullo paterno transferido luego al jovial abuelo Domingo que, el pequeño Juan, después de cautivarse con el ornado, florido Pesebre de la Natividad, y con todos los personajes que había aprendido a conocer en su Jardín de Infantes (esto es, María Santísima, San José, los pastores y los ángeles, la Estrella y los Reyes Magos), y sabedor que no encontraría en dicho Pesebre al Niño de Belén, pues todavía no había llegado el día de Navidad y su imagen se reservaba hasta ese sacro momento para adoración de los fieles, se desvió de pronto, como suelen hacerlo los chiquilines en cualquier espacio público, y de dicha representación escénica, para ponerse a observar, a la derecha de la misma y a unos dos metros de altura, una enhiesta imagen…
… La imagen de San Juan Bautista (nombre que su padre soplara en el oído de intrigado e imberbe visitante, y que éste recordaría), observar intrigado la imagen de san Juan Bautista, con su brazo en alto y señalando con el dedo índice hacia algún lugar de la Capilla…
… Intrigado, y llevado por su probada inteligencia emocional, habría seguido la dirección indicada por el dedo de aquel protomártir cristiano y primo del Redentor del Mundo, hasta situarse de lleno ante otra imagen bellísima que, a unos diez metros de la anterior, pero situada detrás del Altar y en lo alto de su más próxima pared, le abrió los ojos y le tapó la boca siseando un ¡oohhh! de sorpresa y encanto…
… Había descubierto, ni más ni menos que la preciosa, sublime y consoladora imagen de Cristo, en su famosa advocación de Sagrado Corazón de Jesús… Y he aquí que, recomponiéndose de su asombro inocente, habría gritado a viva voz, dos o tres  veces al menos y entre sorprendido y alegre: “¡Yo también tengo dos! ¡Yo también tengo dos! ¡Yo también tengo dos!”: ello, mientras uno de sus pícaros y minúsculos dedos apuntaba –como lo hiciera aquella imagen del Bautista-, a la cercana cuan augusta imagen del Sagrado Corazón de Jesús dando, y en particular posición (como si dibujara un cruz invisible) de sus dos dedos de la mano derecha, la bendición “urbe et orbi”


¿Dos?
“¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado?
(Sal 24 -23-, 3)

Todos reímos (comenta Domingo, el abuelo chocho que testimoniara la singular anécdota), festejando la aguda inocencia de ese niño creyente en un Señor de Todo y de todos; excepto para aquellos otros integrantes del equipo ingenieril turístico que, ensimismados o distraídos por el acorde (siempre) imperfecto de los sonajeros progresistas de la Ciencia Humana, no habían querido o podido conocer a Cristo todavía. Y esperaban fuera del Templo, bajo el atrio, guareciéndose de la imprevista nevada que había comenzado -por entonces- a caer…
… Y con el Misterio velado a sus ojos rendidos a la sola Razón de la existencia justificada en un dudoso Big Bang, nos gozábamos luego y sin decir palabra, como  intangibles, a su lado, respetando su consciente voluntad atea… Sí, ellos (aquellos) desconocerían, setenta veces siete, como una gran parte de la Humanidad caída, la profunda certeza de quien, desde el aire y desde el barro, expresara en alguna literaria ocasión y en la voz de su impagable “El Principito”: “… Lo esencial es invisible a los ojos”.
Sí, aquella bendición urbe et orbi se extendía mansamente “A la ciudad y al mundo” (aludiendo desde el latín, al tradicional y beatífico saludo apostólico papal); pero teniendo en cuenta que, el Sumo Pontífice, cuando otorga dicha bendición, no lo hace al estilo del Sagrado Corazón de Jesús…
… Cristo Jesús, en la mencionada advocación -una de sus adoradas e inauditas apariciones-, cuando brinda su favor bendito al Universo, lo hace y como bien constara el pequeño Juan, dejando erguidos a  “dos” de sus dedos de la mano diestra: el índice y el mayor, significando al Hombre, niño y adulto, y reposando los otros “tres” (denotando a la Fe, la Esperanza y la Caridad), en una posición de recogimiento que parece invitar a acercarnos a Él: “¡Venid a Mí…! ¡Venid a Mí! ¡Venid a Mí!”.
… O una interpretación metafísica particular que, por supuesto, no pudo ser captada -prima facie- por ellos (los “aquellos” del Mundo para el cual la sabiduría de Dios es locura…[1]).
 
¡Tres!
“… El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente”
 (Sal 24 -23-, 4)

Y dejamos de reír… Entonces ellos (aquellos), ya frente a nosotros, descentrados primero, y a la postre conversos, comenzaron a mirarse los unos a otros y a mirarnos a los… tres (Domingo-Fe, Jorge-Esperanza y Juan-Caridad) con unos ojos abiertos, bien abiertos…, muy abiertos (como los de Juan al descubrir el gesto ecuménico de Cristo Jesús), preguntándose y preguntándonos –afirma Domingo, turbado por su propio comentario- la causa última de nuestra risa…, de pronto suspendida…
Y le comentamos -dijo finalmente Domingo-, como al pasar, lo vivido dentro de aquella mágica capilla o Casa del Pan… Y el porqué de nuestra suspendida risa de niños  a lo Juan, porque, de pronto, habíamos descubierto, perplejos, y en perfecta trilogía metafísica, la asimismo perfecta y circular Ley del Universo creado por obra y gracia de un Supremo y Amoroso Hacedor, y dada en boca del genial Antoine de Saint Exupéry…
De hecho, no hubo razón o teoría explicativa que lo fundamentara… Fue entonces y sólo entonces, cuando nosotros y ellos (aquellos) también, nos pusimos -todos en Todo, felices y al unísono-, de nuevo a reír, a reír y a reír sin cesar, mientras chapoteábamos más vivos que nunca, el brillo transfigurado de nuestras personas reflejadas en un agrisado cielo nevoso y por donde había asomado, inexplicablemente, un rayo de sol que caldeaba tibiamente nuestro germano sendero de vuelta al hogar… 
         
                                                               ADRIÁN N. ESCUDERO

Querido Adrián. Mil gracias por colaborar con el Blog con cosas siempre preciosas pero muy largas. Te lo aviso por este medio porque mis otros colaboradores van a decir: por qué a tí sí y a ellos no. Por ser Navidad una fiesta de Amor y Paz quería poner algo tuyo y por eso perdoné la largura. Espero cosas más cortas por favor. Te deseo una fiesta de unión familiar junto con el niño Dios al Frente de todo. Dios bendiga tu hacer. 
Elsa Lorences de Llaneza                                     

1 comentario:

  1. Tienes mucha razón , amiga. En verdad, y visto en el documento de word enviado, confieso que no me pareció un relato extenso. Quizás el hecho de haberlo desagregado en tres partes (y no en una sola como era su versión primera), hizo que abundara en espacios. No volverá a suceder, amiga del alma y Mensajera de la Paz Universal. Todo caso, y enviado que fuera un artículo o una prosa a tu consideración, avísame por privado a fin de ajustar o desechar dichos trabajos atento a su extensión. En la misma tienen que ver las marginaciones, las interlineaciones y los tipos de letras utilizados, así como su composición o no capitular. Por eso, te solicito que antes de publicar un trabajo que aparezca como demasiado extenso para el Blog, me lo hagas saber de inmediato y a sus efectos: siempre la decisión final te compete y por así corresponder... Así que gracias, ángel de Luz por todo y por tanto, brindado en este reencuentro literario que, entre nosotros, viniera de la mano del ya anciano Año 2019. Pero que siempre recordaremos, especialmente porque nuestra amistad ha sido reedificado después de años de ausencia espacio-temporal, y debido a complejas razones que no vienen al caso poner ahora de manifiesto.
    ¡Fuerte abrazo y bendiciones en esta maravillosa OCTAVA DE NAVIDAD! ¡Ora et labora! ¡Paz y Bien! ¡Y siempre a tu grata disposición! ¡Aleluia, nos ha nacido Salvador! ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra, paz a los hombres amados por Él!

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