Después
de andar un largo camino por el desierto,
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cuando quebrantaba el sol, mis ojos,
el pensamiento y la sed resquebrajaba el alma.
Después
de las heladas noches de silencio y estrellas inmóviles y milenarias.
Después
del último aliento, ya sin miedo, sin fuerzas, sin mañana,
cuando mis ojos sin luz y mi vida
sin horizonte,
cuando lo etéreo y lo simple
se pierde.
Cuando
ya no tenía que perder, sin hora, sin rumbo, absolutamente abandonado,
allí, estabas mirando mis míseras
llagas, mi agonía.
Sin
nada en las manos, sin fuerzas, no pude sentir tu presencia, antigua y majestuosa
besando mis llagas, mis olvidos, mis
perdidos años.
Sin
palabras, hambriento de vida me desparramaba por una angustia de muerte y
olvido;
entonces Tú venías como una brisa
juguetona, bailabas en mi pelo,
y un aliento de amor surcaban
todos mis espacios.
No
tenían ofrendas mis manos perdidas,
mi
corazón era un ramillete de ausencias repetidas a lo largo del camino,
nunca dije tu nombre.
No mire tus ojos de cielo,
ni escuche tus
palabras de vida.
Impávido,
y presuroso me tendí en la extensa llanura de tus manos,
y sin recuperar el aliento me deje estar,
deje de ser para ser contigo y no pude,
te extendías en la infinitud del
tiempo y del espacio.
Desde
entonces ya nada entiendo, no sé qué sombras me cubren día a día,
sigo mi camino buscando tu asilo,
Tú
me alimentas en medio de la nada, caen sobre mí,
tormentas,
cataclismos,
devastaciones,
y
sin verte, sin descubrir tu presencia,
sin escuchar de ti ni una sola letra,
me
voy sabiendo que Tu, hermosura sin límite, ternura inexplicable
siempre me acompañas con tu
aliento de vida.
RAMON DELGADO
Mil gracias Ramón. Dios te bendiga.
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