viernes, 27 de noviembre de 2020

REVISTA ARISTOS INTERNACIONAL: PUBLICACIÓN DE ELSA LORENCES DE LLANEZA NOVIEMBRE 2020



POR QUÉ ESCRIBIMOS
Elsa Lorences de Llaneza
Argentina
VIVENCIAS

   ¿Por qué escribo? Es una pregunta que me hago desde hace más de 20 años. ¿Qué luz entró por mi cerebro y prendió la lámpara del Don que me regaló Dios y estaba dormido en él? ¿Qué extraño e ignoto destino traemos que a veces buscamos desesperadamente y luego, un día, se presenta de golpe y nos sorprende?

   Ese día, mi día, operaban a mi hija de su brazo en el Sanatorio de la Trinidad. La dejamos en el pre-quirófano e hicimos lo que nos dijo el médico: Nos fuimos a la confitería a esperar.

   A pocos metros de ella estaba la Capilla y fui a rezar para pedir por su salud. No más entré me arrodille y me puse a llorar. Era mucha la angustia y la descargué a los pies del Señor.

Un poco más tranquila levanté la mirada y sobre un dintel de yeso que cruzaba de lado a lado el altar habían escrito: “Si buscas a Cristo, búscalo en el pobre,  en los enfermos, en el que nada tiene”. Lo leí varias veces, sin interrupción y me retiré de la Capilla.

En la confitería me senté y pedí un café. Mi esposo me preguntó al verme tan callada: -¿Estás muy nerviosa? Meneé la cabeza diciendo que no, pero no hablé. Algo me ponía inquieta: “Las palabras de la capilla”. Busqué en mi cartera una lapicera, tomé servilletas de arriba de la mesa y allí escribí mi primer poema   “TE BUSCO”  que a lo largo del tiempo recibió cinco premios.

   ¿Qué yo lo escribí? Mentira, jamás pude discernir, comparar o escribir algo que, a la larga, iba a gustar tanto. Yo no escribo, lo hacen por mí, por medio de esa luz que, ese día, entró en mi cabeza y que, cada tanto, se prende y se apaga que baja por mis manos y escribe.

    Unos meses después, una amiga muy querida que ya no está, me invitó a conocer al P. Hernán Pérez Etchepare Director de la Liturgia Cotidiana de San Pablo de CABA. En esa oficina chiquita, desordenada, llena de libros y recuerdos me preguntó: ¿Vos escribís? – Algo, contesté yo, haciéndome chiquita.

– Mirá este es mi e-mail mandame algo, si me gusta te lo publico. A los tres meses estaba colaborando para él y todos los meses me publicó un poema durante casi 10 años.

   Yo ya, para ese entonces, no me dejaba guiar solamente por mi lamparita, fui a estudiar Literatura y era la encargada de leer todos los poemas que entraban en la Redacción del Padre y elegir los que iban a la Liturgia. De poemas sabía. Durante 10 años, de los 8 a los 18, estudié Declamación para recibirme de recitadora. Sabía de poemas de los otros. Sabía discernir la musicalidad de un poema en los otros, pero algo me guiaba en los míos.

   Al lado de Hernán aprendí muchísimo. Juntos abrimos un Café Literario. El primer Café Religioso del País, del que luego se fueron abriendo sucursales: Rosario, Neuquén, Ciudad Evita, San Nicolás. Cafés inolvidables. Llenos de poetas que nos escribíamos, nos acompañábamos en nuestras dificultades y el P. Hernán, Bendito P. Hernán, nos dirigía con amor, simpatía y el ejemplo de ser uno de los más grandes poetas.

   A nuestro primer café fueron veinte poetas. Terminamos siendo cien.

   Que feo suena leer terminamos, pero así fue. Con sus cuarenta y siete años, el P. Hernán Pérez Etchepare partió a comenzar otro café allí donde todos seremos iguales, ninguno más que otro y sin egos, porque eso son cosas de la vida terrenal.

   Allí también se fueron muchos amigos poetas que me estarán esperando. A mí me quedó el título de Madrina de poetas, que me regaló la Editorial L. V. de Chascomús y que yo no uso porque ¿Cómo puedo ser yo madrina de alguien que escribe mucho mejor que yo? Pero todavía hay algún poeta de aquella época que me llama así y yo se lo agradezco.

 Mi vida continuó y tiene una segunda etapa de crecimiento que algún otro día contaré.
  Gracias a un montón de personas que, con su cariño, me fueron levantando del dolor de las pérdidas.
   Después de contar todo esto, si tengo que contestar ¿Por qué escribo? Creo que lo más conveniente sería preguntárselo a Dios.

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