LA SOLEDAD”
-Mi compañera-
Jamás te lo dije, por temor, por egoísmo o simplemente porque no podía dejarte ir, me horrorizaba el sólo pensar que no estuvieras en mi cuarto cada mañana al despertarme. Me fui desojando a tu lado como el árbol de la plaza que deja caer sus hojas ya resecas, crujientes notas musicales bajo las suelas del calzado de los asiduos caminantes y negué tú libertad y la mía, atándonos a un sentimiento que fue más obligación que amor. Nunca fuiste totalmente mío, pero no me abandonaste. Té escapabas por las noches al encuentro de otros amores, volviendo a tu antigua casa en busca de caricias que extrañabas, pero volvías sigilosamente para acostarte a mi lado. Muchas veces me fingí dormida y el amanecer nos encontraba juntos, con mi mano acariciando tu pelo y la tuya devolviendo la caricia. Hoy no respondiste, una quietud desconocida en ti despertó mi curiosidad, te sacudí, estabas inerte, grité tu nombre, te tomé en mis brazos, tu cabeza no se arrimó a la mía, tus ojos permanecían cerrados y comencé a llorar, comprendí que ya no podría retenerte, por amor ni por egoísmo. Nunca sabrás cuantas veces desee que te marcharas, que volvieras a tu libertad porque al final anulabas la mía. ¡Cuántas salidas me perdí por ti con mis amigas! Respondía – no puedo, Gusy salió, si no estoy para abrirle la puerta se morirá de frío. Ellas burlándose me contestaban - ¡tanto lío por un gato! Lo que no comprendían es que eras “mi gato”, mi compañero de lunas y de soles con quien borré durante años, las letras de la palabra soledad. Esa misma soledad es la que me impulsa a volar. Sin más compañía que el silencio y el rasguñar de un papel en blanco, esperando que mi corazón empiece a hablar. Perdido en la madrugada, la pluma y el papel son mis únicos testigos. Esa nostalgia y añoranza con nombre de mujer, de virgen, de copla, de tristeza es la que me acompaña en mis viajes siderales. Como un sonido solemne en las noches que convocan a dolores. Como un fragor inusual al mirar las estrellas en ese el contraste del fondo negro del espacio vacío en donde se magnifica los fenómenos ópticos. Cada estrella que rutila y las luces de millones de luciérnagas es la que me eleva y ensalza. Solamente contemplar cómo esas “luminarias”, se descuelgan dejando una delicada estela luminosa en su caída convirtiéndose en estrellas fugaces me llaman al sosiego y la armonía universal. El infinito aparece vacío. Solo el sonido del viento perturba el silencio total. Mutismo que asusta ante la soledad del firmamento y sus penumbras que cautiva. Es esa enorme soledad que atrapa, encadena, la que impulsa mi viaje y mi destino.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
Mil gracias doctor por su colaboración. Bendiciones.
Elsa Lorences.
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