Si hay un niño en la calle, es porque
hubo adultos que lo abandonaron.
Cuando apenas tenía una vida precaria, le robaron
la familia, la niñez, el futuro, la inocencia…..
Sus amigos son el hambre y la intemperie,
que lo empujan a consumir esa sustancia que
acabará por destruir sus pocas fuerzas.
El quisiera que alguien clame por su vida,
como sucede con los perros, que al menos
tienen dueño y una sociedad que los protege
hasta el extremo.
El molesta porque es sucio, por sus modales
groseros, pero sobre todo, porque su presencia
despierta las conciencias que duermen un
sueño de impiedad e indiferencia.
Pronto se hizo muchacho, que a fuerza de
sufrimientos y carencias, se ha vuelto violento,
nadie le dio amor y cayó en la delincuencia,
hoy representa un peligro para todos, por eso
no puede seguir “suelto” y el encierro
es su futuro más cierto.
Esta historia es muy dura, pero así es como
yo la veo, y se da la paradoja, que habiendo
personas generosas, con un corazón abierto,
dispuestas a brindarle un hogar con el amor
de un papá y una mamá que lo quieran, lo eduquen
y lo contengan, tropiezan con leyes y reglamentos
que en lugar de solución, solo encuentran
trabas y desaliento.
Ruego a Dios que cada niño sea concebido,
aceptado y criado con amor responsable,
y cada hombre y mujer vivan con felicidad
la bendición de ser padres.
Raquel Olay de Leanza
Marzo 2011
“Refugio del silencio y la Palabra”
Excelente reflexión querida Raquel. Tal cual es como tú lo presentas. Tristemente vivimos en un país que hay cosas importantes que no se tienen en cuenta. Dios te bendiga.
Elsa. Lorences
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