Sin fijarme en tus convicciones y creencias, sino basándome en el
respeto humano, estoy abierto a escuchar todas las posturas y a darles
su debido valor, sobre todo en esta cuestión tan compleja e importante
para todos como es el debate por la Interrupción
Voluntaria del Embarazo. Desde mi condición de católico, tengo mi
juicio formado, pero repudio, otra vez amparándome en el respeto mutuo
entre personas que deberían tener al amor como premisa, que se haga de
este tema una guerra y un querer crucificar al otro
por opinar diferente. Uno sólo es el Crucificado y murió por todos los
hombres, los pecadores y los justos, los que lo seguían y los que le
dieron la espalda, con el único afán de dar a cada uno el perdón y la
salvación eterna. Por eso, desde la mayor tolerancia
con el que piensa distinto y desde mi condición de "aprendiz" de poeta,
quise imaginar lo que pasaría por el pensamiento del único que no puede
expresar su opinión. El fruto es el poema que transcribo debajo. De
corazón, deseo que no hagas de este asunto una
batalla encarnizada ni un baño de sangre. El Dios en Quien creo es el
único autorizado para juzgar nuestras almas y, por sobre todas las
cosas, obra siempre con Su Infinita Misericordia y sabe sacar de todo
mal un bien. Te auguro lo mejor en la vida y que
nunca tengas que llegar, si sos mujer, al terrible momento de decidir
un aborto; y, si sos varón, a enfrentar junto a tu compañera un dilema
tan doloroso y traumático. Con mi
mayor cariño y cortesía,
Eduardo Horacio Gury.
Diciembre de 2020
LO QUE DIJO EL SIN VOZ
«¡Qué hermoso hubiera sido, Madre mía,
poder ver, con los ojos aún en llanto,
la luz con que engalana al mediodía
el sol que tiñe todo en amaranto!
Yo deseaba esa luz dentro tu seno,
dentro la tibia cavidad oscura
donde me iba formando, humilde y bueno,
como una irrepetible criatura.
Anhelaba mirar tu rostro amigo,
los bellos rasgos de tu faz materna,
y mecido sentirme en el abrigo
sencillo y suave de la cuna tierna.
¡Cuántos sueños guardaba en mi pequeño
corazón que intuía ya la infancia!
Soñaba ser feliz y estar risueño
sobre tu pecho en la vital lactancia.
¡Sorber tu leche, tu alimento casto,
prendido a tu pezón de savia y rosa,
mientras se abría para mí en su vasto
milagro el mundo con beldad copiosa!
¿Qué pasó? ¿Qué cambió dentro de tu alma?
¿Qué hirió a tu corazón, antaño ileso?
¿Qué sinsabor te arrebató la calma
y te hizo ver en mí un nefasto peso?
¿Por qué causa empezó a pensar tu mente
que yo ya no era un don, sino al contrario?
¿Qué pesar te mostró que yo, inocente,
no era ya en tus proyectos necesario?
Sufrí en un hospital letal herida
y tu deseado rostro no vi nunca.
¡Se frustró el Plan de Dios! Mi frágil vida
(la que Él tanto soñó) se quedó trunca...
¡Pero Dios es Amor! Él no sentencia
contra ti un juicio drástico de encono.
Te abraza en el candor de Su clemencia...
Y cual Él, mi Mamá, ¡yo te perdono!» Eduardo Gury
Querido Eduardo. Me quedé sin palabras después de leer esto tan hermoso. ¿Qué te puedo decir? Te felicito por llamar a la cordura y pensar como el niño que cobija esa madre. Ojalá muchísimas lean este poema y recapaciten. Dios te bendiga. Elsa Lorences.
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