“Un día de festejo”
9 de Julio
Las características de los
pueblos son discutibles y sujetas a interpretaciones; no somos todos iguales ni
siempre actuamos de la misma manera. Por eso, con la aclaración de que los
seres humanos tenemos matices variables y conductas cambiantes, en general
coincidimos en que los argentinos tenemos una serie de defectos que nos
caracterizan. Tal vez nos falta
autenticidad; más que ser
nos interesa parecer, más que aprender, nos preocupa obtener un título,
la fachada, la apariencia.
Nos molesta pensar en cómo somos y rebosamos de gusto y de soberbia
cuando algo nos sale bien, aunque fuera por carambola. Cuando las cosas
no salen tan bien la culpa es de algún otro, de alguien, del gobierno quizás, o
de este país en general. Hablamos de este país como liberándonos de nuestra responsabilidad personal,
como si este país no fuéramos
nosotros mismos sino un mal del que no tenemos la culpa. Los extranjeros dicen
que somos tristes, y quizás más
que tristes seamos tal vez escépticos, descreídos, faltos de solidaridad,
amantes del acomodo, de la cuña, de recibir gauchadas que compensen nuestras
faltas de méritos. Hay una soledad que cultivan los espíritus
fuertes y que templa el carácter, pero los argentinos más que solitarios somos incomunicados, incomunicación que debemos al egoísmo,
al tan famoso…no te metas. En vez de respetarlo al prójimo
tratando de apreciar sus valores, nos encanta cacharlo, disminuirlo, desvalorarlo. Todo esto,
bastante conocido y que muchos pueden ampliar apelando a sus experiencias y
mejores conocimientos de la vida y del medio, nos ha conducido a que carezcamos
de conciencia nacional. Pero no siempre ha sido así. En otros
tiempos los argentinos supimos actuar no sólo con dignidad sino incluso con
notable hidalguía y valor. Así se explica que en 1816, cuando la
revolución iniciada seis años antes pasaba por peripecias críticas, cuando
otros países americanos sufrían fracasos y la revolución era rechazada por las
más ricas y populosas provincias argentinas, los representantes congregados en
Tucumán tuvieron coraje y espíritu elevado para afirmar nuestra vocación por la
libertad y la independencia de los Reyes de España, de sus sucesores, de su
metrópoli y de toda dominación extranjera. Más que realidad era una
aspiración, una aspiración tan noble y deseable que nos disponíamos a morir y a
matar en los campos de batalla por tras de conseguirla. Un magnífico proyecto.
Pasando los años muchas veces vimos que, aunque nos costara esfuerzos y sangre,
era una realidad casi palpable, un ideal accesible, una posibilidad cierta y
venturosa, no un sueño ni una utopía. Y, en las vueltas que da la
historia, aquel magnífico anhelo se va diluyendo, se va alejando, se desdibuja.
Lo que un lejano 9 de julio nos propusimos, ser libres e independientes,
ahora parece exceder la medida de una ilusión. ¿Y la culpa de quién
es? Por supuesto que la culpa no es de este país. La culpa es, simplemente, de nosotros, que no supimos
mantener el esfuerzo necesario ni la elevación de miras. Ahora podemos
hacer dos cosas: darnos por satisfechos interpretando que los anhelos que
entonces se plantearon ya están conseguidos, o que, con las vueltas que ha dado
la historia se trata ya de afanes inútiles, ridículos frente a una nueva
realidad, inválidos, estériles, arcaicos. O aceptar que el fracaso de nuestra
empresa nacional se debe a la cantidad de defectos, de vicios, de errores, de
pecados que nos caracterizan a los argentinos y que conocemos bastante. Pero no es suficiente con conocer. En estos
tiempos tan difíciles, de encierros y pandemia, tenemos entre todos realizar un sincero propósito de enmienda y
ponernos a la tarea de corregirnos, de ser mejores para que la patria de
nuestros hijos y nietos pueda ser mejor.
El 9 de julio debe ser día de festejo sin egoísmo y de recuerdo de que tenemos
la obligación de curarnos de las tristes deficiencias que nos caracterizan.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Tucumán #Argentina #España
¡ Cuánta verdad en sus palabras Doctor. Pero igual tenemos que gritar: VIVA LA PATRIA, porque hasta eso estamos perdiendo. Mil gracias y feliz día. Elsa Lorences.
No hay comentarios:
Publicar un comentario