SABADO
SANTO MÁS SANTO-2020
“El Sábado Santo no pasa nada. Hay que esperar el domingo para ir a misa y
chau.” ¿Nunca escuchó decir esto?? Pues yo sí y en más de una ocasión.
Bueno es aclarar entonces que el que sea una jornada litúrgica es tan
importante como el resto de la Semana Santa. Es importantísimo, diría. Los
altares desnudos, los sagrarios abiertos, vacíos, las imágenes y cruces
cubiertas con paños morados muestran que estamos de duelo. Lo propio ante la
muerte de un ser querido, por supuesto, es el silencio, la recordación
respetuosa, dolorida y quizá angustiosa.
A eso invita la Iglesia, al silencio, al respeto, al dolor, a velar frente
al Santísimo , con la mente puesta en ese cuerpo que yace en el Sepulcro en el jardín cercano al Gólgota
y al mismo tiempo contemplar y adorar ese milagro permanente de la presencia de
Jesús Resucitado, vivo y presente en la hostia consagrada. Qué misterios tan
profundos, tan insondables de verdad, sólo posibles de aceptar con la fe que el
mismo Dios nos dona para creer en ese GRAN MISTERIO.
Con ese silencio y ese despojo de elementos que puedan distraernos los
templos nos invitan a hacer nuestros, a revivir lo que debieron sentir los
discípulos, con María a la cabeza, en esas horas interminables después de la
crucifixión del Maestro. Por eso se dice que el Sábado Santo es un día mariano,
invitándonos a vivirlo como lo debe haber vivido, más que nadie, la madre del
Nazareno.
(Hago un paréntesis para aclarar
que lo que sigue, es mi meditación,
la que voy registrando en el papel espontáneamente, seguramente se irán
alternando los tiempos verbales y el
ellos y yo puesto que es el reflejo de esta actitud dialéctica entre presente y
pasado ,sus vivencias en mí, que nos propone este día de introspección y
recogimiento. Es decir, traer al hoy y en mi lo acontecido hace tantísimo
tiempo y allá tan lejos , en Jerusalén.)
Es importantísimo, sí. Seguramente el dolor de lo acontecido el viernes en
el Calvario, se acentuó y profundizó con el correr de las horas en los
seguidores de Jesús.
El viernes es un dolor, agudo, nos cachetea, lacera y casi nos paraliza.
Los acontecimientos se habían precipitado tan rápido que ese dolor transcurría
bajo un estado de desconcierto, sin poder creer en lo que había sucedido ante nuestros ojos.Era un
correr de la noticia de boca a boca, de opiniones encontradas, de rumores, mentiras
y verdades, de recuerdos entremezclados con el espanto y las lágrimas.
Hoy sábado, en cambio, el dolor es más sordo, se abre paso a la realidad
que abruma, que supera nuestras esperanzas, que nos abre un panorama de un
futuro de persecución y castigo sin nuestro querido Rabí para guiarnos y
fortalecernos. Los discípulos esperaban unidos en oración…Sólo oraban, intercambiaban
miradas, algunas palabras de consuelo, de pareceres. Oraban y esperaban, no
sabiendo bien qué esperar ni qué les esperaba. Oraban y esperaban sin saber
tampoco cómo interpretar lo que Jesús había dicho sobre su muerte. Oraban y
esperaban preguntándose cómo y a cual
profeta elegir entre los profetas de la
historia y cómo comprender sus
predicciones.
Dolor y desconcierto eso había. Nada más recordar el ánimo que tenían lo
discípulos que desde este refugio regresaban a Emaús.
En el grupo también reinaba la aceptación, la fortaleza y la fe . Puedo ver
a María, entera, traspasada por el dolor pero entera, con esa fortaleza que le
permitió estar de pie junto a la cruz, con la que que aceptó nuestra maternidad dada en la figura de Juan. Donación murmurada por
los labios sangrantes y ya temblorosos de su hijo bienamado. Puedo verla con
ese amor de madre dolida pero valiente que no se retira del territorio del
horror hasta no haber mecido a su hijo muerto entre sus brazos. La veo compañándolo
hasta su tumba, observando cómo los soldados de los impíos custodiarían su
cuerpo lacerado, ya frío y rígido. En manos ya la Voluntad de su Padre lo deja
y ese es su gran y más profundo consuelo.
Puedo ver a María Madre, alentándolos con su fe en el cumplimiento de las
promesas del YO SOY de la Torá . Recordándoles/nos lo que nos enseñó y prometió Jesús- el Dios con nosotros. Les
informaba que el rabí de todos se había
nombrado YO SOY cuando compareció ante los falsarios que lo juzgaban y, que ese
YO SOY nos había dicho los últimos días que vencería a la muerte .Por todo eso había que esperar en la esperanza, que la
santa promesa se cumpliría tarde o temprano. Esa fe, fortaleza y esperanza
prendió de distinta manera en los que allí estábamos. Especialmente fructificó
en las mujeres que, en las primeras horas del domingo, venciendo todos los miedos
salieron con sus unguentos y perfumes para cumplir con su Señor…
Pero eso ocurrirá mañana. Hoy,meditemos
, vivamos estas experiencias. Comparemos esas circunstancias con las que nos
mantienen en confinamiento sanitario. Aprovechemos para adorar el Santísimo que
se expone en diferentes sitios de la web.
Sentémonos junto a María que espera
con fe la Resurrección. Hagámosle compañía y escuchemos lo que nos dice.
Seguramente nos mandará a tener preparados los óleos y perfumes para los necesitados.
Nos dirá que si la humanidad aprende de esta prueba `podrá ser renovada con una
vida sana , solidaria, comprensiva, pacífica, santa. Si esto así ocurre nos
dirá, pasada la peste,que salgamos a celebrar con regocijo.
Sea bendito y alabado Jesús sacramentado
En el cenáculo de nuestro corazón, en compañía de tu madre María, Madre Nuestra
por tu expresa voluntad, oramos y
aguardamos tu Resurrección en nuestro interior. Amén
María de las mercedes Chascomús, 3- 04- 2020
Sin palabras querida amiga. Cuánto dolor en mi corazón. Dios bendiga tu hacer.
Elsa Lorences de Llaneza.
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