lunes, 6 de abril de 2020

REVISTA ARISTOS INTERNACIONAL ESPECIAL CORONAVIRUS. ELSA LORENCES DE LLANEZA

REVISTA ARISTOS INTERNACIONAL
ESPECIAL CORONAVIRUS

UN DOLOR UN PROPÓSITO
Elsa Lorences de Llaneza
Argentina

……Y un día salí a la calle y me encontré dentro de una película de terror. ¿Qué era esto? Me pregunté. Siempre odié esas películas. Jamás pude mirar ninguna y ahora no entendía como yo podía ser protagonista de esta.

   Me paré frente a un kiosco de diarios. Todos los titulares hablaban de lo mismo: Habían declarado una pandemia mundial por un virus muy contagioso que, iniciado en China, ya se había desparramado por casi toda Europa atacando especialmente a Italia, España y Francia y que a una velocidad inaudita ya estaba en Argentina y varios países de América.

   Era un virus para el cual no había vacunas, ni remedios para combatirlo, solo el aislamiento de todos los lugares y Argentina no quedaba exenta de ello, además de lavarnos muy bien las manos, no tocarse la cara y rezar.

   A pesar de la prohibición salí como zombi a caminar por los alrededores y el panorama era devastador. Solamente los supermercados y las farmacias permanecían abiertas, lo demás, restaurantes, bares, cines, teatros etc.etc. cerrados. Por las calles no había gente ni autos. Todos en cuarentena, tal vez con el deseo de que al pasar y ver todo cerrado el virus siguiera de largo.

   La policía en las rutas controlaban a los irrespetuosos, confundidos o asustados que salían sin hacer caso a las órdenes perentorias del Presidente, sin pensar que podían ser contagiados o ellos mismos contagiar a otros y entonces eran aprehendidos y encarcelados por miles.

   Los hospitales, sin insumos y sin camas suficientes se preparaban apresuradamente para recibir a miles de casos, armando hospitales de campaña en Clubs, terrenos prestados por instituciones, hoteles y en todos los lugares que se podía.

    De pronto siento una voz que me dice: ¿Señora a dónde va?  Miro y era un policía que me paraba: Llorando le dije: Quiero ir a la casa de mis hijos y nietas para abrazarlos y nunca más separarme de ellos. – Señora: no se puede andar por la calle, vamos a escoltarla a su domicilio, ¿Está sola?  – No, está mi esposo.  –Bueno tranquilícese, a su familia no le va a pasar nada, usted tiene que estar en su casa. – Pero, agente ¿mis nietas van a estar bien?  – Sí señora los niños son portadores, contagian pero no enferman. Mejor estar lejos de ellas.

    Mientras íbamos hacia mi casa, pasaban ambulancias, una tras de otra y médicos con escafandras blancas que parecían fantasmas. Con terror, con miedo le pedí al agente que pasara por una Iglesia. El bondadoso hombre se encogió de hombros y me paró delante de una. Bajé corriendo y corriendo llegué a la puerta y con angustia dije ¡Está Cerrada! ¿Dónde vamos a festejar la Pascua?  Con paciencia el policía me dijo: – Lo lamento Señora, este año no habrá Pascua en ningún lugar de la tierra.

¡Oh no, Señor! ¡También nos separaron de Tí!  ¡Cuánto nos castigas Dios y tienes razón. El hombre se ha vuelto malo, vive solo para él ¡A dejado de quererte Señor! Solo vive para matar y hacer dinero. ¡Oh Dios perdónanos! y caí de rodillas llorando desconsoladamente.

    En ese momento una mano tomó mi hombro y sacudiéndome me decía:  Abuela, abuela , que te pasa  ¿Por qué lloras?

    Desperté sobresaltada. Me senté en la cama y abracé a mi nieta con todas las fuerzas de mi alma. Todo no era más que un sueño. Una horrorosa y espantosa pesadilla y el abrazo de mi nieta me volvió a la realidad.

   .Así debería terminar mi sueño para que tuviera un final feliz, pero no, lamentablemente no, porque se ha convertido en una cruda realidad..

Quizá la sociedad necesitaba una sacudida asi, para darnos cuenta de que a nivel individual no somos nada, y solo unidos podemos superarlo  ¿Cómo afectará a la sociedad todo esto? ¿Realmente cambiaremos para el bien de la humanidad o seguiremos siendo los mismos? Oremos para que todo esto nos haga ser mejores personas .    

                                                                                 Elsa Lorences de Llaneza

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