En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano llega a pecar, vete y
repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no
te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado
por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la
comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el
publicano. Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo».
La
convivencia humana está entretejida de contrastes, conflictos y tuertos
recíprocos, debidos al hecho de que somos diferentes por temperamento, puntos
de vista, gustos. El Evangelio tiene algo que decirnos también en este aspecto
tan común y cotidiano de la vida. Jesús presenta el caso de uno que ha cometido
algo que es realmente equivocado en sí mismo: «Si tu hermano llega a pecar...».
No se refiere sólo a una culpa cometida contra nosotros. En este último caso es
casi imposible distinguir si lo que nos mueve es el celo por la verdad o más
bien el amor propio herido. En todo caso, sería más una autodefensa que una
corrección fraterna.
¿Por
qué dice Jesús: «repréndele a solas»? Ante todo, por respeto al buen nombre del
hermano, de su dignidad. Dice: «tú con él», para dar la posibilidad a la
persona de poder defenderse y explicar sus acciones en plena libertad. Muchas
veces, lo que a un observador externo le parece una culpa, en las intenciones
de quien la comete no lo es. Una franca explicación disipa muchos
malentendidos. Pero esto no es posible cuando el problema se lleva al
conocimiento de todos.
¿Cuál
es, según el Evangelio, el motivo último por el que es necesario practicar la
corrección fraterna? No es ciertamente el orgullo de mostrar a los demás sus
errores para resaltar nuestra superioridad. Ni el de descargarse la conciencia
para poder decir: «Te lo había dicho. ¡Ya te lo había advertido! Peor para ti,
si no me has hecho caso».
No,
el objetivo es ganar al hermano. Es decir, el genuino bien del otro. Para que
pueda mejorarse y no encontrarse con desagradables consecuencias. Si se trata
de una culpa moral, para que no comprometa su camino espiritual y su salvación
eterna. No siempre depende de nosotros el buen resultado de la corrección (a
pesar de las mejores disposiciones, el otro puede no aceptarla, hacerse más
rígido); por el contrario, depende siempre y exclusivamente de nosotros el buen
resultado… a la hora de recibir una corrección.
No
sólo existe la corrección activa, sino también la pasiva; no sólo existe el
deber de corregir, sino también el deber de dejarse corregir. Y aquí es donde
se ve si uno es suficientemente maduro para corregir a los demás.
Quien
quiere corregir a alguien tiene que estar dispuesto a ser corregido. Cuando ves
que una persona recibe una observación y escuchas que responde con sencillez:
«Tienes razón, ¡gracias por habérmelo dicho!», te encuentras ante una persona
de valor.
La
enseñanza de Cristo sobre la corrección fraterna debería leerse siempre junto a
lo que dice en otra ocasión: «¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de
tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir
a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo"
no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?» (Lucas 6,
41-42).
En
algunos casos no es fácil comprender si es mejor corregir o dejar pasar, hablar
o callar. Por este motivo es importante tener en cuenta la regla de oro, válida
para todos los casos, que el apóstol Pablo ofrece en la segunda lectura
(Romanos 13, 8-10) de este domingo: «Con nadie tengáis otra deuda que la del
mutuo amor... La caridad no hace mal al prójimo». Es necesario asegurarse, ante
todo, de que en el corazón se dé la disposición de acogida a la persona.
Después, todo lo que se decida, ya sea corregir o callar, estará bien, pues el
amor «no hace mal a nadie»
P. R. Cantalamessa.
En los años en los que yo podía hacer retiros, muchas veces me hablaron de la Corrección Fraterna. Es bueno que se corrija al que actúa de una manera no correcta. Tal vez no lo sabe o no se dió cuenta. Lo que no es bueno es hacerlo delante de todos. Mil gracias querido Néstor Barbarito por traer esta reflexión a mi blog. Posiblemente haya mucha gente que no la conozca. Bendiciones Elsa.
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