EL VIEJO DEL ABEDUL
¿Sabes que murió el abuelo, si, el viejo del abedul,
aquel que todas las tardes sentado en su tibia sombra
vestía sus sueños de azul, yo lo veía desde lejos
pues su mirada era fría, como la de los perdidos,
que en su última morada ya no verán más el día.
El abuelo era muy viejo, y más que se le veía,
con su rostro recubierto de tantas y tantas arrugas,
y su mirada perdida; su cabello era tan blanco,
como su historia y su vida, sus sienes en plata pura,
resguardaban los secretos de aquella vida tan dura.
Dicen lo que conocieron al varón de aquellos días,
que fue bueno como pocos, amante y feliz esposo
y hombre de cabal valía, siempre adoró a su María,
su dueña toda una vida, la más dulce compañera,
la más adorable madre, y esposa ¡Como no había!
Fue un día cerrado de invierno que a la puerta del jacal,
llegó la muerte silente a llevar a su María, a otra vida de paz,
Con esto al abuelo en vida su responso se cantó,
la muerta fue su María, más el si acaso vivía,
ya no tenía corazón, pues se lo llevó hace tiempo
la muerte en su cruel labor, el viejo vivió diez años
en amarga soledad, ¡Penitencia y amargura
para un día la paz lograr. En ese tiempo tan largo
se le redoblo la edad, sus ojos estaban secos, lágrimas
no había Más, las lloró todas la tarde en que María fue dada al señor,
en santa paz.
Pues si, hoy ha muerto el abuelo, y se bien y a no dudar,
que solo ha muerto su sombra, pues el abuelo había muerto
hace diez años, o más. Aquella tarde cerrada de un gélido invierno gris,
que la muerte no esperada se presentó en la morada,
y al abuelo hizo infeliz,
hoy, dos amantes podrán revivir viejos anhelos,
continuando el sortilegio interrumpido, en la tierra
por un mandato. del cielo.
Eduardo Martínez Zendejas (México)
¿Sabes que murió el abuelo, si, el viejo del abedul,
aquel que todas las tardes sentado en su tibia sombra
vestía sus sueños de azul, yo lo veía desde lejos
pues su mirada era fría, como la de los perdidos,
que en su última morada ya no verán más el día.
El abuelo era muy viejo, y más que se le veía,
con su rostro recubierto de tantas y tantas arrugas,
y su mirada perdida; su cabello era tan blanco,
como su historia y su vida, sus sienes en plata pura,
resguardaban los secretos de aquella vida tan dura.
Dicen lo que conocieron al varón de aquellos días,
que fue bueno como pocos, amante y feliz esposo
y hombre de cabal valía, siempre adoró a su María,
su dueña toda una vida, la más dulce compañera,
la más adorable madre, y esposa ¡Como no había!
Fue un día cerrado de invierno que a la puerta del jacal,
llegó la muerte silente a llevar a su María, a otra vida de paz,
Con esto al abuelo en vida su responso se cantó,
la muerta fue su María, más el si acaso vivía,
ya no tenía corazón, pues se lo llevó hace tiempo
la muerte en su cruel labor, el viejo vivió diez años
en amarga soledad, ¡Penitencia y amargura
para un día la paz lograr. En ese tiempo tan largo
se le redoblo la edad, sus ojos estaban secos, lágrimas
no había Más, las lloró todas la tarde en que María fue dada al señor,
en santa paz.
Pues si, hoy ha muerto el abuelo, y se bien y a no dudar,
que solo ha muerto su sombra, pues el abuelo había muerto
hace diez años, o más. Aquella tarde cerrada de un gélido invierno gris,
que la muerte no esperada se presentó en la morada,
y al abuelo hizo infeliz,
hoy, dos amantes podrán revivir viejos anhelos,
continuando el sortilegio interrumpido, en la tierra
por un mandato. del cielo.
Eduardo Martínez Zendejas (México)
Eduardo. Ya no se que calificativos ponerte. Es todo tan bello lo que escribes. Felicitaciones.
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