AL ABUELO OLAY
No digas a nadie que el abuelo ha muerto, solo cumplió un ciclo aquí en este suelo, y un día Dios Padre lo elevó hasta el cielo, donde lo esperaba su querida esposa que partió hace tiempo, y fiel a ese amor, esperó paciente vivir el reencuentro.
Junto a su familia se alejó de España dejó su Asturias querida, cargó su mochila con hermosos sueños, y llegó a esta tierra donde echó raíces este “árbol” bueno, al tiempo crecieron sus “ ramas y retoños nuevos”; antes de marcharse nos dejó una herencia que no tiene precio, una vida plena de buenos ejemplos y un cariño inmenso.
Eran ocho hermanos y un magro salario, trabajó muy duro desde muy pequeño, con muchos esfuerzos procuró el sustento, renunció a su infancia por ser solidario, y un trabajo esclavo reemplazó sus juegos, nunca hubo una queja, tampoco un lamento, repartió su amor a los cuatro vientos.
Gracias a un amigo conoció a Cristo y siguió sus pasos; ya estaba en camino, era generoso, servicial y amable, era buen cristiano, aún sin saberlo iba de su mano.
Un alma tan noble no pudo haber muerto, entró a la vida eterna en plácido sueño, y hoy cuando lo extraño, con una sonrisa viene a mis recuerdos, y en ese momento más vivo lo siento; por eso te pido,
no digas a nadie que el abuelo ha muerto.
Raquel Olay de Leanza
Mención especial en el certamen literario
Del Lígure al Alto Valle
Bellísimo Raquel. Me hace recordar la vida de mi padre, tan parecida que también llegó desde Asturias. pero solo que la familia la forjó aquí trayendo de a uno a sus hermanos. Te felilcito. amiga. bien Merecico el premio.
Elsa Lorences de Llaneza.
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