Ese día parecía uno más en la tranquila vida de los habitantes de ese pueblito de piedra escondido en la montaña
Era
una cálida mañana de verano, la brisa ondulaba las flores de un bello
jardín, el sol las acariciaba suavemente para no agobiarlas con su
ternura, nada hacia suponer la tormenta que amenazaba la casa de los
Torres
Villalba.
Se habían enamorado siendo adolescentes y desde entonces estaban juntos, no fue un amor de película pero era amor al fin.
Los
hijos supieron darles una vida
compartida, pero aquellos ya habían dejado el nido partiendo en busca
de otros destinos más interesantes que el pequeño y amado pueblo de la
infancia.
Dorotea
comenzaba a sentir los síntomas de soledad y aburrimiento que
apaciguaba en los encuentros con las vecinas y alguna ocasional
amiga, buscando emoción y novedades en los comentarios de vidas
ajenas, también la visita a la virgen del Consuelo aliviaba su alma
inquieta.
Unas copas compartidas con los viejos amigos alegraban los días de Carmelo, regresando al atardecer en busca del calor hogareño.
Cuando se encontraban marido y mujer se miraban indiferentes compartiendo el final del día en silencio.
Una
noche Dorotea despertó sobresaltada, había soñado que un joven apuesto y
generoso se había ofrecido llevarla hasta su casa cuando volvía de sus
compras semanales mientras caminaba cuesta arriba la calle del Silencio
rumbo a la suya.
Dorotea
aceptó el compartir el alivio de su carga y al agradecerle su gesto lo
miró a los ojos y quedó increiblemente atrapada en ellos!
Bruscamente despertó descubriendo que solo estaba a su lado su inconfundible marido.
En ese instante pensó que
había llegado la hora de
torcer el destino hacia una vida mas
placentera y apasionada.
No pudo conciliar el sueño imaginando como decirle a Carmelo que debían buscar nuevos rumbos, no precisamente juntos...
La
tormenta se desató mientras desayunaban, los gestos y las palabras de
Carmelo eran irreproducibles, pero Dorotea decidida sonreía e insinuaba
que su sueño habia sido premonitorio y que llegaban vientos de una
renovada felicidad.
Dorotea
informo a sus hijos que partía unos días de vacaciones y de un merecido
descanso, y que no pensaran en visitarlos porque su padre también se
iría de viaje con rumbo desconocido.
Pasaban
los días y los amigos del pueblo no salían de su asombro ante la
noticia, agotaban los comentarios imaginando donde estarían las almas de
Dorotea y Carmelo...vecinas y amigos envidiaban a los ausentes.
Pasaron los meses y la casa junto al barranco seguía
esperándolos, el verano había llegado a su fin, ya no había flores
en el jardín pero los añosos árboles todavía engalanados con su follaje ansiaban la llegada de sus dueños.
Y
sucedió que una colorida y perfumada mañana que anunciaba la llegada de
la primavera, una Dorotea y un Carmelo con una luz extraña en sus
miradas en un regreso nostalgioso se encontraron en el camino de piedra
que lleva al pueblo,se reconocieron y mirándose apasionados como cuando
eran adolescentes,unieron sus manos con fuerza intentando no separarse y
emprendieron el camino hacia el hogar abandonado.
Dicen
los vecinos que los nuevos amantes caminan sonriendo por las calles
angostas rumbo a la ermita de la virgen del Consuelo,y cuando regresan
una luz misteriosa los envuelve.
Doña Paulina cuenta por lo bajo que cuando la luna ilumina la casa de su vecina se escucha cantar y bailar a los Torres Villalba
Sus hijos dicen que sus padres no parecen los mismos,que siempre los esperan en el jardín tomados de
la mano como dos
adolescentes.
La luna enamorada vigila por las noches el sueño de los amantes!
Autora Inés Gallardo Grau
Hay veces que las separaciones hacen bien. Creo que eso es lo que quiso decir Inés en este Microrrelato. Gracias
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