La Santísima Trinidad: misterio y vida
En el día de la Santísima
Trinidad estamos invitados a vivir el misterio del Dios Uno y Trino. Si bien
los misterios no se explican, sabemos que se pueden vivir y experimentar. El
misterio no es algo oculto o inaccesible. Podemos pasar de largo ante él o
detenernos para encontrar el mensaje que Dios tiene para cada uno de nosotros.
Para eso, tenemos que descalzarnos, como le indica Dios a Moisés ante la zarza
ardiente. Con humildad y sin prevenciones, con total libertad, nos arrodillamos
ante el misterio para profundizar y escuchar a Dios. Porque el misterio “es
tierra sagrada”. Y también podemos decir con San Agustín: “Creo para entender,
entiendo para creer mejor”.
Quien ha experimentado el Amor
del Padre creador, el Amor del Hijo salvador y el Amor del Espíritu Santo
santificador, no necesita entender o explicar racionalmente este misterio, sino
que lo comprende con el corazón.
Y de ahí deviene un mensaje que
impregna nuestra vida cristiana. Nos hace parte de la creación continua y
permanente de Dios Padre. Como hermanos de Dios Hijo, nos hace protagonistas de
la historia de la salvación. Y en ese amor desmedido de la Cruz y desbordado en
la Resurrección, nos invita a la santidad a través de Dios Espíritu Santo.
Dios no es en solitario sino comunión
de personas en el Amor. Es familia perfecta, plena y eterna y estamos llamados
a integrarnos a ella. La familia trinitaria es comunidad de amor, de armonía, de
visitación, de comunicación, de unión absoluta. La familia trinitaria es
comunión.
Padres e hijos, hombres y
mujeres, hermanos y hermanas, amigos y amigas, compañeros y compañeras de
trabajo, cualquiera sea la relación que establezcamos, estamos invitados a
construir y consolidar lazos y vínculos personales, interpersonales, grupales y
sociales que nos permitan mirar que “el todo es superior a la parte”, como dice
Francisco. Y estos lazos estimulan la solidaridad, la hermandad, la justicia y
el poder compartir los bienes materiales y espirituales. Así, todas las
relaciones personales y sociales están llamadas a realizarse como relaciones
comunitarias en el amor.
El mensaje trinitario nos lleva a
la interacción, al reconocimiento del otro como un ser distinto a mí, a la
aceptación de sus particularidades y de su expresión única; a la escucha mutua,
al diálogo, al compartir bienes e intercambiar servicios, a la participación activa
y responsable en la sociedad.
Sin duda, el mensaje trinitario
–que nos convoca a ser imagen y semejanza de un Dios Trino y Uno– nos está
hablando directo al corazón, para decirnos que sólo en el vivir comunitario, construido en el amor, la verdad y la misericordia,
podrá traer paz y justicia a nuestro mundo.
Acercarnos al misterio de la
Santísima Trinidad, nos permitirá interpelarnos dando pasos que no lo agotarán
nunca, porque a medida que lo profundizamos, se nos plantea el desafío de un
nueva puerta por atravesar. Porque el
misterio no puede poseerse. El misterio nos posee interminablemente.
Con amor fraterno,
Lucrecia Casemayor
Gracias Lucrecia. Muy Didáctico. El Señor te bendiga.
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