martes, 8 de septiembre de 2020

NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA: COLABORACIÓN DEL DR. JORGE LOBO ARAGÓN





“Natividad de María Santísima”
-Síntesis de las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick-

¡Qué alegría tan grande hay en toda la naturaleza! Oigo cantar a los pajaritos, veo a los corderitos y cabritos saltar de alegría, y a las palomas rondar en bandadas de un lado a otro con inusitado alborozo, allí donde estuvo antes la casa de Ana.

“…Vi entonces un resplandor celestial que llenó la habitación, y que, moviéndose, condensábase en torno de Ana. Las mujeres cayeron como desvanecidas con el rostro pegado al suelo. La luz en torno de Ana tomó la forma de zarza que ardía junto a Moisés, sobre el monte Horeb, y ya no me fue posible contemplarla. La llama se proyectaba hacia el interior: de pronto vi que Ana recibía en sus brazos a la pequeña María, luminosa, que envolvió en su manto, apretó contra su pecho y colocó sobre el escabel delante del relicario. Prosiguió luego sus oraciones. Oí entonces que la niña lloraba. Vi que Ana sacaba unos lienzos debajo del gran velo que la cubría y fajándola, dejaba la cabeza, el pecho y los brazos descubiertos. La aparición de la zarza ardiendo desapareció. Levantáronse entonces las mujeres y en medio de la mayor admiración recibieron en brazos a la criatura recién nacida, derramando lágrimas de alegría. Entonaron todas juntas un cántico de acción de gracias, y Ana alzó a la niña en el aire como para ofrecerla. Vi entonces que la habitación se volvió a llenar de luces y oí a los ángeles que cantaban Gloria y Aleluya. Pude escuchar todo lo que decían: supe que, según lo anunciaban, veinte días más tarde la niña recibiría el nombre de María. Entró Ana en su alcoba y se acostó. Las mujeres tomaron a la niña, la despojaron de la faja, la lavaron y, fajándola de nuevo, la llevaron en seguida junto a su madre, cuyo lecho estaba dispuesto de tal manera que se podía fijar contra él una pequeña canasta calada, donde tenía la niña un sitio separado al lado de su madre. Las mujeres llamaron entonces a Joaquín, el cual se acercó al lecho de Ana, y arrodillándose, derramó abundantes lágrimas de alegría sobre la niña. La alzó en sus brazos y entonó un cántico de alabanzas, como Zacarías en el nacimiento del Bautista. Habló en el cántico del santo germen, que colocado por Dios en Abraham se había perpetuado en el pueblo de Dios y en la Alianza, cuyo sello era la circuncisión y que con esta niña llegaba a su más alto florecimiento. Oí decir en el cántico que aquellas palabras del profeta: “Un vástago brotará de la raíz de Jessé”, cumplíase en este momento perfectamente. Dijo también, con mucho fervor y humildad, que después de esto moriría contento. La niña María fue mostrada a todos por las mujeres que la atendían. Otros vecinos acudían porque durante la noche había aparecido una luz encima de la casa, y porque el alumbramiento de Ana, después de tantos años de esterilidad, era considerado como una especial gracia del cielo.
                        LA NATIVIDAD DE MARÍA EN EL ORBE
En el instante en que la pequeña María se hallaba en los brazos de Santa Ana, la vi en el cielo presentada ante la Santísima Trinidad y saludada con júbilo por todos los coros celestiales. Entendí que le fueron manifestados de modo sobrenatural todas sus alegrías, sus dolores y su futuro destino. María recibió el conocimiento de los más profundos misterios, guardando, sin embargo, su inocencia y candor de niña. Nosotros no podemos comprender la ciencia que le fue dada, porque la nuestra tiene su origen en el árbol fatal del Paraíso terrenal. Ella conoció todo esto como el niño conoce el seno de la madre donde debe buscar su alimento. Cuando terminó la contemplación en la cual vi a la niña María en el cielo, instruida por la gracia divina, por primera vez pude verla llorar. Vi anunciado el nacimiento de María en el Limbo a los santos Patriarcas en el mismo momento penetrados de alegría inexplicable, porque se había cumplido la promesa hecha en el Paraíso. Supe también que hubo un progreso en el estado de gracia de los Patriarcas: su morada se hacía más clara, más amplia y adquirían mayor influencia sobre las cosas que acontecían en el mundo. Era como si todos sus trabajos, todas sus penitencias de su vida, todos sus combates, sus oraciones y sus ansias hubiesen llegado, por decirlo así, a su completa madurez produciendo frutos de paz y de gracia. Observé un gran movimiento de alegría en toda la naturaleza al nacimiento de María; en los animales, y en el corazón de los hombres de bien; y oí armoniosos cantos por doquier. Quedé muy contenta de haber visto al anciano Simeón. Vi también a la profetisa Ana y a Noemí, hermana de la madre de Lázaro, que habitaba en el templo y fue más tarde la maestra de la niña María. Fueron despertadas y se enteraron, por medio de visiones, de que había nacido una criatura de predilección. Se reunieron y se comunicaron unas a otras las cosas que acababan de saber. Creo que ellas conocían ya a Santa Ana.
                 ANUNCIO DEL NACIMIENTO DE MARÍA VIRGEN
En el país de los Reyes Magos mujeres videntes tuvieron visiones del nacimiento de la Santísima Virgen. Ellas decían a los sacerdotes que había nacido una Virgen, para saludar a la cual habían bajado muchos espíritus del cielo; que otros espíritus malignos se lamentaban de ello. También los Reyes Magos, que observaban los astros, vieron figuras y representaciones del acontecimiento. En Egipto, la misma noche del nacimiento de María, fue arrojado del templo un ídolo y echado a las aguas del mar. Otro ídolo cayó de su pedestal y se deshizo en pedazos. Llegaron más tarde a casa de Ana varios parientes de Joaquín que acudían desde el valle de Zabulón y algunos siervos que habían estado lejos. A todos les fue mostrada la niña María. En casa se preparó una comida para los visitantes. Más tarde concurrieron muchas gentes para ver a la niña María, de modo que fue sacada de su cuna y puesta en sitio elevado, como sobre un caballete, en la parte anterior de la casa. Estaba sobre lienzos colorados y blancos por encima, fajada con lienzos colorados y blancos transparentes hasta debajo de los bracitos. Sus cabellos eran rubios y rizados. He visto después a María Cleofás, la hija de María Helí y de Cleofás, nieta de Ana, de algunos años, jugar con María y besarla. Era María Cleofás una niña fuerte y robusta, tenía un vestidito sin mangas, con bordes colorados y adornos de rojas manzanas bordadas. En los brazos descubiertos llevaba coronitas blancas que parecían de seda, lana o plumas. La niña María tenía también un velo transparente alrededor del cuello. “María Niña” ruega por Nosotros y libra al Mundo de esta pandemia.

                                                                     AMÉN. AMÉN.

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