Poemas y sueños |
Anoche al ir a dormir,
coloqué bajo la almohada cuatro gotitas de luna
que le robara a la noche, en un momento de fuga,
y de inspiración, derroche.
Al colocarlas fui haciendo con mis maletas el tiempo,
para iniciar el camino en pos de la esencia misma
de la luz de una mirada, en mi noble y fugaz sueño.
Fui juntando mil estrellas por un camino del cielo,
que lento iba transcurriendo, al compás de mis recuerdos,
y seguían bajo mis plantas caminando mis ensueños.
Primero toqué la dicha de alegre encarnar un cuerpo,
con sus pesares, sus luchas, con sus dolores añejos,
y con esas ilusiones, por vivir un tiempo nuevo.
Ya luego que había logrado el milagro de vivir,
vi en el sendero de vida alegría en el porvenir,
con momentos de tristeza y un muy, muy largo sentir.
Y ahí inicio la partida, el juego era pues, de apuesta,
se apostaba lo más santo, y en este juego inhumano
podrías salir ganando, mas tú, si acaso perdías,
por siempre serías marcado.
Y jugué , y gané la apuesta, toqué caminos de dicha,
y en mi infancia pasajera, donde siempre fui orientado,
y mi madre era la guía que siempre había anhelado,
y viví el más bello presente que no admitía pasado.
Y llegó después la fecha en que en el íntimo encuentro
en mi adolecer precoz, nació en mi la fiel presencia
del hombre cuerdo y adulto, de un hombre en gracia de Dios.
Y en esta etapa la fuerza te engaña en fatal concierto,
y me hice tan pobre y vano, que fui perdiendo a mi Dios,
y mi alma así fui dañando, en la ilusión pasajera
de una subcultura atroz.
Al seguir por el camino bordeado por tantas luces
que del cielo fui tomando, llegué a un camino escondido
que nadie me había marcado, era un camino perdido,
era un camino, vedado.
Mis manos se hicieron fuertes, mi corazón lo pedía,
y traje a mi vida a aquel ser, con el que compartiría
la alegría de mis tiempos y la ilusión por la vida.
Y el camino se hizo blanco, todo bordeado de rosas,
y en él me fui encontrando luces de las más hermosas,
tres fueron las que el destino me permitió conservar.
Y junto a mi caminaron por un tiempo, sin parar,
crecieron, y fue algún día de mi más cruel recordar,
en que en mi vida azarosa todo aquel camino hermoso
que antaño fui a caminar, se rompió desde su origen,
fue en un instante de fuego, y se rompió hasta el final.
Y un torbellino de dudas me envolvió en mí caminar,
deambulé entre las tinieblas, y aquel camino tan claro
tristemente quedó atrás, la soledad del principio
en mi antigua mocedad, volvió a cruzar el camino.
Y con látigo de fuego, mi dorso fue a flagelar.
Y el sueño se fue cambiando, y el sueño se hizo maldad,
soñé en matar a mi sueño, soñé tanto para el mal
que renegué del silencio, renegué de todo, y más.
El dolor te mata el alma, el dolor te hace hablar,
y este sueño maldecido de tanta y tanta crueldad
se fue aclarando a momentos, y entre la oscura tiniebla
una voz brotó de pronto y me reconvino a soñar,
y soñé tan brevemente, que mi sueño no fue más.
El tiempo es fiel consejero, y mi sueño volvió en paz,
vino con su luz muy tenue, vino trayendo en su faz,
las alegría de un tiempo nuevo, la luz de la fe, y a mas,
trajo consigo un ensueño, trajo consigo la calma
y todo ese amor que hoy encierra la mujer que hoy en mi está.
Este sueño aún no acaba, de su luz hoy tengo más,
en mis ojos siempre brilla, ¿Y el dolor? ¡Se quedó atrás!
hoy ya no hiere como antes, hoy las voces disonantes
murieron en el silencio, de mi antigua soledad.
Gracias señor por el sueño, quiero vivir y soñar,
quiero en fin, un tiempo nuevo, quiero junto a ella lograr
la paz para mi alma enferma, quiero poderle otorgar
para su luz, cuatro gotas de luz que del cielo cae,
cuando la luna es tan blanca, que al sol parece, opacar.
Eduardo Martínez Zendejas
México
Excelente poema Eduardo. Tú nos sorprendes todos los días. El Señor te siga regalando este Don tan maravilloso. Elsa.
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