Pronto volvió al ejército y al juego, lo que le hizo acabar mendigando. Antes de su conversión, Camilo vivió una vida disoluta, llena de vicios, hasta que un día, quedó pobre, solo y malvestido. Un caballero feudal lo lleva a caballo al Convento de Frailes Capuchinos de San Giovanni Rotondo en 1575 tiene lugar su conversión y decidió dedicar su vida a Dios, ingresando en los Capuchinos como fray Cristóbal; pero en 1582 un accidente en el empeine del pie derecho, hizo que abandonara el convento, rumbo al Hospital de Morcone.
Tras una larga andadura como enfermero, lo que lo llevó posteriormente a fundar la Congregación de "Hermanos Ministros de los Enfermos y Mártires de la Caridad" (Clericorum Regolarium Ministrantium Infirmis), más conocida como Camilianos, destinada al cuidado de los enfermos abandonados. La Orden de los Camilos o Camilianos, fue aprobada pronto, y que fue de gran ayuda cuando el tifus asoló Roma. En el mes de septiembre junto a un grupo de compañeros recibe el hábito de la nueva comunidad religiosa de los Ministros de los enfermos, que el 18 de marzo de 1586 sería aprobada por Sixto V y a la que Gregorio XIV elevaría a la categoría de orden religiosa, emitiendo Camilo los votos solemnes el día 8 de diciembre de 1591.
Sus restos se encuentran en la Iglesia de Santa María Magdalena, donde Sebastiano Conca pintó un fresco sobre su vida. Tradicionalmente, también se ha asegurado siempre que en esta iglesia se encuentran los restos de Santa Marcela, San Maximino de Aix e incluso la propia María Magdalena.
En 1886, León XIII declaró San Camilo, juntamente con San Juan de Dios, protectores de todos los enfermos y hospitales del mundo católico; patrono universal de los enfermos, de los hospitales y del personal hospitalicio.
Recuerdo emocionada a mi querido confesor el Padre de la orden de San Camilo: Martín Puerto, Capellán del Hospital Durand de la Ciudad de Bs. As., que me enseñó a tratar con dulzura y paciencia a los enfermos del mismo. El Padre dejó sus actividades cuando se jubiló y actualmente es un sacerdote de más de 80 maravillosos años, con el cual me une una hermosa amistad y un sincero reconocimiento por todo lo que hizo mientras estuvo al frente del Hospital.
Padre Martín Puerto, nunca olvidaré su entrega ni los Jueves Santos cuando recorríamos el Hospital llevando consuelo, la palabra de Dios y los regalitos de Pascua a los queridos enfermos. Gracias Dios por haberme puesto en su camino. Amén. Elsa Lorences.
No hay comentarios:
Publicar un comentario