¿Mitad Misa?
El viernes y sábado pasados - 8 y 9 de julio - estuvimos de
convivencia con unos 40 adolescentes de la parroquia. Dos días y una noche muy
intensos y disfrutables. Tantas cosas para agradecer: rostros, sonrisas,
anhelos, vida de familia, amor compartido. Tantas posibilidades en estas
jóvenes vidas.
Como suele ocurrir, el cierre de la
convivencia era una Misa. Como es lógico y hasta normal la Misa no suele ser
muy ansiada por los adolescentes. Parecería que si le preguntásemos a un
adolescente si prefiere la Misa u “otra cosa”, contestaría sin dudar: “otra
cosa”, aún sin saber que. A toda esta normalidad hay que agregarle el cansancio
de dos días intensos y pocas horas de sueño.
Entre paréntesis tendríamos que preguntarnos por qué la
Misa, como está pensada ahora, no logra comunicar ni atraer niños, adolescentes
y jóvenes. A menudo los comentarios más positivos y benévolos subrayan el
aburrimiento.
El sábado de tarde, esperando la hora de
la Misa, estábamos afuera jugando con un grupito de nuestros adolescentes. Se
me acerca una chica y me pregunta con total transparencia y cierta picardía (¡a
veces pueden ir de la mano!): “¿Podemos hacer mitad Misa?”
En el momento me hizo sonreír. Un
comentario tierno y simpático. Pero la pregunta me quedó grabada y en estos
días la anduve rumiando. Rumiar, las vacas enseñan, es bueno para la salud y
para asimilar los nutrientes. Si rumiásemos más seríamos sin dudas más sabios y
más amantes.
Rumiando y rumiando me respondí: ¿y por
qué no?
Obviamente la Misa tiene toda su
estructura interna y una profunda y bella unidad. ¿Cómo hacer para celebrar
mitad Misa?
¿No será que en un pedacito de Misa está
toda la Misa? Eso es lo que decimos de la Eucaristía: en un pedacito de pan
está toda la Presencia de Jesús. En mitad hostia, ¿no está acaso todo Jesús?
La Eucaristía es el sacramento de la
Presencia, es celebrar a un Dios Presente. En cada parte de la Misa la
Presencia es total, como en cada momento de nuestra vida.
Celebrar es subrayar un momento de la
Presencia para agradecer. Celebrar nos ayuda a nosotros para darnos cuenta de
la Presencia. No es que nuestras celebraciones realicen algo que no está, sino
nos abren los ojos para verlo. Celebrar es dar visibilidad y materialidad a la
Presencia invisible, aquí y ahora.
Entonces hasta “mitad Misa” tiene
sentido. Podríamos con valentía y creatividad buscar una forma de celebrar más
atractiva y comunicativa para nuestros adolescentes, para que ellos descubran la Presencia que ya está.
Tal vez una Misa más corta si, pero viva,
vibrante, comunicante.
¿Mitad Misa? ¡Porque no!
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