Que
sabio se nota sin duda el abuelo, que historias te cuenta
si
lo haces hablar, que mirada larga guarda en sus adentros,
que
lento camina, que arrogante va.
Se
muestra a la vida como el viejo roble, de porte sereno,
de
regio candor, no lo daña el viento, el sol lo conoce,
y
dócil lo acaricia entre su fulgor.
Vivió
su camino con amor y tiempo sembrando sus surcos
como
el labrador, fue semilla buena y hoy es la cosecha,
y
recoge los frutos de larga labor.
Camina
a las luces de una y mil miradas, todos lo recuerdan
como
el gran señor, aquel hombre bueno que sin decir nada,
tomó
como propia la hermosa misión.
Se
entregó a la vida y hasta venció al tiempo, y en cada individuo
un
hermano vio, y de aquellos hombres llenos de pecado
tal
vez a más de uno, la vida cambió.
Como
flor del campo vino hacia la vida, nació entre la brisa
de
un día de paz, en el rancho mismo, a la luz del día
creció
cual si fuera una estrella feliz.
De
un día para otro su brillo era intenso, cumpliendo a la vida
tres
hijos procreo, sembró aquel gran árbol que frondoso queda
entre
la comarca que del rancho nació.
Una
compañera encontró en la vida de aquella madera
que
a él lo formo, una mujer buena que lo guió siempre
por
esos caminos de vida y dolor.
Y
hoy, yo se que sabio se nota por siempre, y que larga enseñanza
el
tiempo le dio, seguirá el camino que el destino quiera
y
llegará a una estrella, al final del sol.
Y
bien, tal vez… algún día, seré como el viejo y esa es mi ilusión,
su
vida y su tiempo se me hincha de gusto este corazón.
ya
que pronto, algún día yo seré el abuelo,
y
así como el viejo ¡Seré un gran señor!
Eduardo Martínez Zendejas (México)
Bello, bello tu poema Eduardo. Me hizo llorar. Te felicito.
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