LA SENSIBILIDAD Y LA HUMILDAD DE UN GRANDE
El querido Hernán se nos fue a la casa del Padre
hará ya dos años. Justo un día en que cumplía yo los tres cuartos de siglo. Lo
sigo recordando con el mismo cariño y la misma simpatía que en vida despertó en
mí. Se me ocurren hoy dos sucesos que quedaron grabados en mi flaca memoria.
Uno de ellos fue cuando leí en el Café un recuerdo
de una visita a los bosques del sur. En esa ocasión, cuando terminé la lectura,
él me abrazó con lágrimas en los ojos, y me dijo que le había hecho revivir los
años pasados en Chile. “Es tal cual lo relataste tan poéticamente”, me dijo.
El segundo
episodio, en cambio, ocurrió cuando, en ocasión de leer en La Liturgia
Cotidiana un poema mío que Él había publicado, descubrí que estaba modificado.
Muy molesto, luego de cambiar un par de mails, lo llamé y se lo reproché
agriamente. Él trató de darme explicaciones que yo, celoso de mi trabajo, no
acepté, y quedé masticando mi enojo.
El día del siguiente encuentro en el café, bajaba yo
de un taxi a metros de la editorial, y lo vi conversando en la vereda con
alguien. Él también me vio, y tratando de esconderse detrás de su interlocutor,
asomó la cabeza y muerto de risa repitió varias veces: “Perdón, perdón, perdón”. Su inocente candidez que resaltaba más aún su
indudable bonhomía, me desarmó, y no pude menos que reírme también yo, abrazarlo
con fuerza y darle un beso.
Aquel recuerdo de su humildad de niño, es para mí un
hermoso ejemplo que ha de permanecer hasta el próximo encuentro que, según lo
espero - misericordia de Dios mediante- ha de ser en la Casa del Padre.
Sí Néstor, el Padre tenía esas cosas. Cuando sabía que había hecho alguna macana, no sabía como pedir perdón. Por eso el poema que me escribió. Me has hecho reír con ganas.
FOTO: Néstor Barbarito presentando su libro "Picoteando en el Buen libro" en el Café del Abrazo Literario el 9 de Agosto de 2008. Lo presenta el Padre Hernán.
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