Quisiste,
¡oh Dios!, soplar tu Aliento;
infundir a esta envoltura
de muerte que me alberga,
una chispa del Sol de rutilante aurora.
Manantial de eternidad
brotó de tu materno vientre
y anidó en mi entraña.
Corre por mis venas como la corriente
cantarina y fresca baja la
montaña.
Alma y
cuerpo enteros, mi persona toda,
es placenta que celosa
alberga y alimenta
el tesoro inefable de tus dones.
Lo
siente y vibra mi carne y mi sangre
-barro dolorido-
como el cauce siente
la dulce caricia y ama la corriente.
Y,
cual la yerma roca se goza
en su quieta razón de ser lecho,
se exalta mi entraña en su inquieta
y gozosa razón de ser nido.
Néstor Barbarito
Gracias Néstor. Hermoso tu poema. Bendiciones
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