Son sus pies en el camino
alas de infinitas huellas,
un signo del peregrino
entre el cielo y las estrellas.
Hacia la tierra sin males,
los zapatos de Francisco,
con sus pasos por jornales,
caminan rumbo al aprisco.
Negros, y suela de goma,
los mismos de cada aurora,
el barrio en su calce asoma
y al voto pobre memora.
Redondos y abotinados,
hormas de traza modesta,
caminantes y caminados
por el Calvario y su cuesta.
Austeras naves de Pedro
en su descalza pobreza,
mar adentro del misterio
reman la humilde grandeza.
Mapas de Verbo rodante
al Anawin ofrendados,
trazo de un destino andante
a gastarse, consagrados.
Rumbo fraterno y estricto,
en sus pies de Parusía,
los guían el Sol Invicto
y la Estrella de María.
Bosco Ortega
Gracias Bosco. Interesantísimo tu poema. Me resulta increíble un poema tan bello a los zapatos del Santo Padre. Te felicito. Elsa
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