“LA LUNA ENAMORADA”
En estos tiempos modernos, invadidos por la luz eléctrica que esfuma los suaves atardeceres y oculta la dulce entrada de la noche, suele ignorársela a la Luna. La olvidamos. Sabemos que anda por ahí, dando vueltas, pero no tenemos presente ni de qué tamaño se nos presentará esta noche. Eso a pesar de que por siglos el hombre ha estado muy atento a sus movimientos, ya que fijándose en ella aprendió a conocer el tiempo y su medida. Ya los pueblos antiguos la imaginaron una diosa, deidad de la noche, de la obscuridad, del frío, de los sueños que turban al hombre, muy ligada a la poesía con su eterna lección de alegre y optimista renacimiento con cada luna nueva. Los griegos, ¡cuándo no!, los inventores de la lógica la estudiaron objetivamente. Algunos imaginaron que sus valles y montañas se parecían mucho a los de la Tierra; otros que era esférica calculando su diámetro y distancia. Y muchos, la concibieron habitada por inteligentes selenitas. Sin embargo, muchísimo después, en tiempos actuales, un experto conocedor, editor de una revista científica norteamericana, descubre con asombro que en la Luna se ha construido un puente, una enorme obra que une dos promontorios en los bordes de un cráter. La noticia llama la atención del mundo entero. En una fotografía tomada se encuentran unos motivos geométricos luminosos en el mismo lugar. ¡Caramba! Entonces ¿los selenitas existen y son capaces de grandes construcciones? Pero nunca falta alguien que pinche el globo. Los sabios astrónomos se pusieron a comparar fotografías tomadas en distintas fechas con otras incidencias de la luz solar, y demostraron que el tal puente no pasaba de ser una ilusión óptica por reflejos en las rocas que rodean un cráter. Así que, después del hallazgo, la Luna se quedó tan sola como antes, con su redonda cara pánfila que contempla a la Tierra mirando con envidia esta vida que bulle en su superficie. Pero para quien escribe un enamorado imperturbable de la misma, nadie puede negar la existencia de esa asombrosa relación del amor y la luna. Es que la luna cualquiera sea su color es también la eterna enamorada de la tierra. Al contemplarla de inmediato nos sumergimos en el recuerdo insondable de un ser querido, de un amor perdido, o de un amigo olvidado. Todos estamos unidos de alguna manera bajo esa esfera luminosa como piedra esculpida, con rasgos de impenetrable interpretación en donde alguna vez llego el hombre. Como no recordar al mirarla esa belleza perenne que mantiene siempre vivo bajo su esplendor la llama del amor, la amistad y los recuerdos. Siempre me recuerda a la leyenda del enigmático hilo rojo invisible que conecta como el faro luminoso a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. Hoy más que nunca en estos tiempos aciagos estamos ligados, fundidos, hermanados a través de las redes sociales con nuestros amigos virtuales que son más que amigos son hermanos de verdad
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Argentina#Tucuman #España
Mil gracias Doctor. Supongo que usted puede mirar más a la luna que yo entre edificios impresionantes, cosa que duele, pero en mi juventúd siempre fue hermoso contemplarla. Bendiciones Elsa Lorences.
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