NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ, Y EL MILAGRO DE LOS MUSULMANES PACÍFICOS, Toledo, España (24 de enero)
La advocación se originó en la ciudad española de Toledo, hacia fines del siglo XI.
Desde ahí se extendió su devoción por toda España, y más tarde pasó a América.
Donde todas las naciones que fueron dominadas y civilizadas por España profesaron una veneración muy especial por Nuestra Señora de la Paz.
Está estrechamente ligada a San Ildefonso
Que
fue uno de los mas importantes Obispos de la Iglesia en España y uno de
los mas grandes maestros en la fe a los que los creyentes llamamos
"doctores"
Entre sus abundantes enseñanzas destaca un entrañable amor a la Santísima Virgen María, que se esforzó por hacer venerar cada vez más en su Toledo del siglo VII y desde allí en toda la Península.
En la vida de San Ildefonso, arzobispo de Toledo y devoto fervientísimo de la Virgen Maria, se relata cómo el 18
de diciembre del año 645, tras el décimo concilio toledano, el santo
prelado, en compañía de su séquito, se dirigió pasada la medianoche a la
Catedral para cantar los maitines.
Al tiempo de entrar se produjo en el altar un fuerte resplandor que no podían resistir los ojos corporales.
Los
acompañantes de San Ildefonso huyeron asustados, pero este avanzó
resueltamente y vio a la Santísima Virgen, que había descendido de los
cielos y estaba sentada en el trono episcopal del Santo.
La
Madre de Dios habló con dulces palabras a su fiel servidor y le entregó
una casulla (manto festivo para celebrar la Misa), después de lo cual
desapareció.
Por
aquel particular beneficio, la Iglesia de Toledo decretó que el día 24
de enero, un día después de que se conmemora la fecha de la muerte de
San Ildefonso, se celebrase en todos el arzobispado un festival
especial, el memorable descenso de la Virgen María a la Catedral.
Por lo tanto desde el siglo VII la Catedral de Toledo quedó consagrada a la Santísima Virgen.
LA PROCLAMACIÓN DE LA REINA DE LA DE LA PAZ
Su nombre de Nuestra Señora de la Paz le fue impuesto tres siglos después, en el año de 1085, por un acontecimiento memorable que pasamos a relatar.
Precisamente
en el año de 1085, Alfonso VI, llamado el Bravo, rey de Asturias y de
León, reconquistó de los moros la ciudad de Toledo.
Una
de las condiciones estipuladas en el tratado de paz fue la de que el
templo principal de la ciudad quedase como mezquita a los moriscos.
El
rey Alfonso firmó el tratado y enseguida se ausentó de Toledo, dejando a
su esposa, la reina Constanza como gobernadora de la plaza.
Pero sucedió que los
cristianos consideraron como cosa indigna que, si eran dueños de la
ciudad, no lo fuesen de la Iglesia Metropolitana consagrada a la
Santísima Virgen.
En consecuencia, los cristianos fueron a presentar sus quejas ante
el arzobispo Don Rodrigo y ante la reina Constanza, quienes
compartieron su horror de que la Catedral sirviese para los cultos del
falso profeta Mahoma y apoyaron sus peticiones.
Alentados por aquella tácita autorización, los
cristianos trataron de apoderarse de la Catedral con gente armada, sin
tener en cuenta el compromiso del rey ni el peligro a que se exponían en
aquella ciudad donde era mayor el número de infieles.
En
efecto, los moros, al advertir el ataque, tomaron también las armas y,
juzgando que el rey Alfonso quebrantaba el pacto juramentado, se
lanzaron furiosos contra los cristianos para vengar la injuria.
Se
entabló el recio combate frente a la Catedral y no cesó hasta que la
reina y el arzobispo se presentaron en el campo de batalla para aclarar
que el ataque se había lanzado sin saberlo el rey.
Enseguida,
los moros enviaron embajadores al monarca para denunciar el atentado, y
volvió Don Alfonso a Toledo precipitadamente, con el firme propósito de
hacer un escarmiento en la reina, el arzobispo y los cristianos, por el quebrantamiento que habían hecho a su real palabra.
Tan
pronto como los cristianos de la ciudad tuvieron noticia de la cólera
del rey, salieron a su encuentro en procesión, encabezados por el
arzobispo, la reina y la hija única de Don Alfonso.
Pero
ni las súplicas de aquellos personajes, ni los ruegos del pueblo para
que los perdonase, atento al motivo que los animó al ataque y que no era
otro que el de tributar culto al verdadero Dios en la gran iglesia de
Toledo, consiguieron que el monarca accediese a faltar a su honor y a la
palabra que había empeñado.
Don Alfonso comunicó a los solicitantes que la Catedral quedaría en manos de los infieles como lo había prometido.
Pero en ese momento se produjo un acontecimiento extraordinario, que todos tomaron como que Dios había escuchado sus plegarias.
Los
moros tomaron en consideración el peligro a que se exponían si
mantenían el culto a Mahoma en la Iglesia Principal de aquella ciudad
Cristiana y enviaron al encuentro del Rey una comitiva de sus jefes.
Los
embajadores salieron de Toledo y, postrados ante Don Alfonso, le
suplicaron que perdonase a los cristianos y que se comprometían a
devolver la Catedral.
El
monarca ordenó, con el beneplácito del arzobispo y de todos los fieles
que, al día siguiente, precisamente un 24 de enero, se tomase posesión
de la Catedral y se hiciesen festividades especiales en honor de la
Virgen María de la Iglesia Metropolitana.
A la que, por haber restablecido la paz en la fecha de su fiesta, se la veneraría en adelante como a Nuestra Señora de la Paz.
Aquel 24 de enero de 1085, se realizaron en Toledo magníficas ceremonias y espléndidas procesiones en honor de Nuestra Señora de la Paz, con cuyo título se venera hasta hoy a la Madre de Dios.
Desde entonces, primero toda España, después América, fueron reconociendo con gratitud este título a la Santísima Virgen.
Despues de este bello relato, nada puedo agregar, solo decir: REINA DE LA PAZ RUEGA POR NOSOTROS Y POR EL MUNDO ENTERO.
Bendiciones Elsa querida y que María Reina de la Paz esté siempre contigo.
Aída Martha Castelan
Y contigo también Aída. Amén Amén. Elsa.
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