En estos últimos días la niebla me ha acompañado a
menudo en mis salidas: por las mañanas y por las noches especialmente.
Compañera fiel la niebla y maestra. Todo es un buen
maestro cuando lo sabemos ver.
La niebla matutina te envuelve suavemente, casi con
ternura. Algo se puede ver, algo se vislumbra. Nos trae la experiencia del
Misterio la niebla. “Misterio” que
suena bien como otro nombre de Dios
o, también, como expresión de la Vida.
Pide respeto la niebla, como pide respeto la Vida.
No podemos adentrarnos en la niebla con nuestras falsas seguridades, aunque
conozcamos los caminos.
Parecen nuevos y distintos los caminos cuando la
niebla acompaña. Nos adentramos con sorpresa en la espesa cortina blanca: ¿qué
asomará?
¿Qué nos regalará la Vida a la próxima curva?
Enseña a sorprenderse la niebla. Enseña humildad.
Se vislumbra algo, algo se intuye. Pasa con la
niebla, pasa con el Misterio. Dios se vislumbra, Dios se intuye: no se
demuestra ni se explica. Como la niebla: estás adentro y no sabes por qué.
Estás adentro y no sabes de donde viene y cuando se disolverá. Estás adentro,
como perdido en el Amor. Y aparece lo viejo y te parece nuevo. Se intenta
esforzar la vista para ver mejor. Entrena la atención la niebla. Hay que estar
atento, puede ser peligroso. Lo mismo ocurre con el Misterio divino que
llamamos Vida: hay que estar atento. Hay que vivir con atención. La falta de
atención y respeto nos llevará a algún choque o encuentro no deseado.
Es muy bella la niebla, aún en su peligro. Es muy
bella la vida, aún con su dolor. Y seguimos aprendiendo.
La realidad aparece como un regalo, los pájaros
siguen cantando aunque no lo veas: oyes su canto y no sabes de donde viene y
adonde va. Puro regalo que te acompaña. Asoma el verde del campo desde la
niebla: parece más verde, más real. Asoman los colores desde la densidad
blanca: y se aprecian mejor. Juega con la luz de la mañana la niebla y se arman
matices de luces y de colores.
Y se disipa la niebla. Siempre. La luz brilla
esplendida y se aprecia con renovado agradecimiento. Siempre estuvo la luz.
Siempre está.
La niebla nocturna es más peligrosa y pide más
respeto. En nuestras noches hay que ir más despacio y no tomar decisiones
apuradas. El Misterio se hace más intenso y más denso. La mente no lo entiende
como la vista no penetra la noche y la niebla.
La Vida nos supera siempre. Siempre es más grande y
más bella que nuestros – muchas veces estériles – conocimientos. Siempre
desafía nuestro afán de control.
Me enamora la niebla. Me recuerda también mi niñez
donde hacía acto de presencia bastante seguido. Me enamora la niebla y me
invita a vivir con más atención, más asombro, más respeto.
Padre Stefano Cartabia Omi. (Uruguay)
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