Santa Margarita Maria Alacoque
1647-1690
Vidente de las revelaciones del
Sagrado Corazón de Jesús
Todos
conocemos y practicamos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, pero como
tantas otras maravillas de la Iglesia, desconocemos el origen de tan
extraordinario regalo. Fue una humilde monjita la que tuvo las visiones del
Señor, quien le reveló esta devoción, como último esfuerzo de Su Amor para
poder atraer así a las almas que lo ignoran y rechazan pese a Sus permanentes
invitaciones a la salvación.
Al
analizar la vida de Santa Margarita María, podemos advertir el extraordinario
paralelo con las devociones entregadas por el mismo Señor a Sor Faustina
Kowalska en Polonia, en el siglo XX. La devoción es la de la Divina
Misericordia, continuación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Santa
Margarita María Alacoque fue sin dudas una elegida, pero fue ella la que
respondió al llamado, pudiendo haberse perdido en las tentaciones del mundo. Su
vida fue una sinfonía al Amor de Dios, a la obediencia, a la sencillez y
particularmente a un profundo amor al Santisimo Sacramento, Jesús Eucaristía.
Esta
extraordinaria santa nació en el año 1647 en la diócesis de Autun (Francia).
Como
suele suceder con muchos grandes santos, tuvo una fuerte devoción por el Amor
de Dios desde que era muy pequeña, viviendo experiencias misticas que le
abrieron las puertas del mundo sobrenatural, el mundo de Dios. Su familia
rechazó su vocación, a la que tuvo que convencer con grandes sufrimientos y la
eficaz ayuda de la Madre de Dios.
Finalmente,
entró a formar parte de las monjas de la Visitación de Paray-le-Monial y allí
llevó una vida de constante perfección espiritual. Tuvo una serie de revelaciones
místicas referentes sobre todo a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cuyo
culto se esforzó desde entonces por introducir en la Iglesia. Murió el día 17
de octubre del año 1690 y fue canonizada en 1920 por el Papa Benedicto XV.
Es la
patrona de los que piadosamente alaban y dan gloria al Sagrado Corazón de
Jesús.
Dijo el
Señor a Santa Margarita María:
“Te
constituyo heredera de Mi Corazón y de todos Mis tesoros”.
La
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús es un inmenso regalo que Jesús le hace a
Su Iglesia, es sangre que corre por las venas del Cuerpo Mistico del Señor,
Sangre que lo vivifica y alimenta en el camino a la perfección en el amor, a la
que Dios nos invita de modo insistente. La santidad no es una meta
inalcanzable, es nuestra obligación de cristianos el buscarla desde el lugar
que nos toque, de acuerdo a la Voluntad del Señor.
Oremos con frecuencia:
“Jesús Manso y Humilde de Corazón, haz nuestro
corazón semejante al Tuyo”.
“Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”.
Vida de Santa Margarita
Santa Margarita María nació el 25
de julio de 1647, en Janots, Borgoña, Francia (Diócesis de Autun). Fue la
quinta de siete hijos de un notario acomodado.
A los
cuatro años Margarita hizo una promesa al Señor. Sintiéndose inspirada rezó: “O
Dios Mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad.” Aunque ella
misma confesó mas tarde que no entendía lo que significaba las palabras “voto”
o “castidad.
Cuando
tenía 8 años murió su padre, e ingresaron a la niña en la escuela de las
Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento se sintió atraída por la
vida de las religiosas, en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena
impresión, que le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo cual
no se acostumbraba en aquella época. Dos años después, Margarita contrajo una
dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años.
Por este motivo tuvo que regresar a su casa.
Hija de
la Virgen María
Ya de
regreso, Margarita (que estaba muy enferma y sin tener un remedio seguro) buscó
alivio en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa de que si Ella le devolvía
la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud.
Dice Santa Margarita: “Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora
la cual se declaró dueña de mi corazón, que mirándome como suya, me gobernaba
como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la
Voluntad de Dios.”
Además de
la salud, esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la
Virgen, quién desde ese momento empezó a dirigir toda su vida, pero no sin
dificultades. “Apenas comencé a gozar de plena salud, recordará mas tarde
Margarita, me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la
condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en
libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el
tiempo que deseara…”.
La Virgen
la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible
lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario
sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo “Hija mía, me admiro de
que me sirvas con tanta negligencia”. Causaron tal impresión estas palabras en
la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.
Pero la
Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo a Margarita: “Nada temas;
tu serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre. Santa Margarita
María hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de
su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, la Santísima
Virgen le ayuda a alcanzar su meta.
El
Santísimo Sacramento
Las cosas
en la casa de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre se habían
instalado en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes
habían relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus
manos el gobierno de la casa. De este modo no tenían autoridad alguna ni Margarita
ni su mamá en la casa. Era una guerra continua ya que todo estaba bajo llave,
de tal modo que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita
entonces empezó a dirigir todos sus afectos, su dicha y su consolación en el
Santísimo Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible
libremente, ya que la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita
no podía salir de la casa sin el permiso de sus familiares. En repetidas
ocasiones un familiar le daba permiso y otro se lo negaba.
Pero si
Margarita sufría por su situación, mayor era el sufrimiento que le causaba al
ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que
le producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca
de la muerte. Y cuanto mas rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a
su mamá, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que la vio una
sola vez. Este, después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que
solo un milagro podría salvar a la mamá de Margarita. Viendo el descuido hacia
su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al
mismo Señor, y en oración le pidió que El mismo fuese el remedio para su pobre
madre y que le enseñase a ella, qué tenia que hacer.
Pronto se
haría imperiosa la necesidad de esa fortaleza especial que Margarita pedía. En
cuanto regresó a la casa, encontró que estaba reventada la mejilla de su mamá
con una llaga casi tan ancha como la palma de una mano, y de ella salía un
hedor insoportable. Venciendo su natural repugnancia a las heridas, Margarita
curaba todos los días la llaga de su mamá, teniendo varias veces que cortar
mucha de su carne podrida. Durante todo el tiempo de la enfermedad, Margarita
apenas dormía y comía muy escasamente. Pero ella no dejaba de dirigirse al
Señor y le decía con frecuencia, “mi Soberano Maestro, si Vos no lo quisieras,
no sucedería esto, pero os doy gracias de haberlo permitido para hacerme
semejante a Vos.”
Y así iba
creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento.
Ella se lamentaba, pues sentía que no sabía como orar, más era el mismo Señor
quien le enseñaba. El la movía a arrodillarse ante El y pedirle perdón por
todas sus ofensas y después de adorarlo, era el mismo Señor quien se le
presentaba en El misterio que El quería que ella meditase. Y consumido en El,
crecía en ella el deseo de solo amarlo cada vez más.
El
llamado del mundo
Cuando su madre y sus parientes
empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita no podía sino sentir
temor, pues no quería en nada ir en contra de aquel voto de entrega exclusiva a
Dios que una vez había pronunciado. Mas era grande la presión ya que no le
faltaban pretendientes que querían empujarle a perder su castidad. Por otro
lado, su madre insistía en la necesidad de pronto matrimonio. Llorando ella le
decía a Margarita que no tenía mas esperanzas para salir de la miseria en que
se hallaban mas que en el matrimonio de Margarita, teniendo el consuelo de
poder retirarse con ella tan pronto como estuviera colocada en el mundo.
Todo esto
fue muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba
continuamente, diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a
su mamá. Pero por otra parte, la llamada de Margarita a ser religiosa y el
horror a la impureza no cesaban de influenciarle y tenía, por Gracia de Dios,
continuamente delante de sus ojos su voto, al que sentía que si llegase a
faltar sería castigada con horribles tormentos.
Pero, la
ternura hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún
niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo lo que era, bien podría obtener
dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del
agrado de los que la buscaban. Procuraba divertirse lo más que podía, pero
durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos,
continuamente el Señor la llamaba a Su Corazón.
Cuando
por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le hacía severas
reprensiones ante las cuales sufría horriblemente. Dice Santa Margarita: “Me
lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían
dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y
vanidades”.
La
batalla decisiva
En una
ocasión Jesús le dijo: “Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad
cuando hiciste el voto de castidad. Soy quien te he motivo a hacerlo, antes de
que el mundo tuviera parte en tu corazón… Y después te confié al cuidado de mi
Santa Madre, para que te formase según mis designios.
Finalmente,
el Divino Maestro se le aparece un día todo desfigurado, cual estaba en Su
flagelación y le dice: “¿Y bien querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás
de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu
corazón- ¿Querrás ahora disputármelo?”. Comprendió ella que era su vanidad la
que había reducido al Señor a tal estado. Que estaba ella perdiendo un tiempo
tan precioso, del cual se le pediría una cuenta rigurosa a la hora de su
muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida
religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier
sacrificio, aunque pasarían cinco años antes de poder realizarlo.
Ingreso
en el Convento de la Visitación de Paray-le-Monial
Cuando
sus parientes por fin se dieron cuenta de la firmeza de Margarita, la enviaron
a la casa de unos tíos que tenían una hija religiosa de la Orden de las
Ursulinas. Pero Margarita no sentía que era ahí donde el Señor la quería y
además sentía en su corazón una voz que le decía, “No es ahí donde te quiero,
sino en Santa María. Una vez, viendo ella un cuadro de San Francisco de Sales,
le pareció que le dirigía una mirada tan paternalmente amorosa, llamándola a
ser su hija. Sintió que debía ella ser de la orden que este santo había fundado
junto con Santa Juana de Chantal: las Visitandinas. Además, sentía mucha
atracción hacia esta orden porque llevaba el nombre de María Santísima: Las
Visitandinas, en honor al misterio de la Visitación.
Después
de muchas dificultades en convencer a sus parientes de que ella quería entrar
en el convento de la Visitación, por fin logró Margarita lo que tanto deseaba,
y eligió a Paray-le-Monial como el lugar donde debía estar. En cuanto entró al
locutorio del convento de Paray, oyó en su corazón una voz: “Aquí es donde te
quiero”. Su hermano le regaló la dote y Margarita ingresó en el Convento de la
Visitación de Paray-le-Monial el 20 de junio de 1671.
Transcurridos
dos meses de postulantazo tomó el santo hábito el 25 de agosto de 1671. Dijo
entonces: “mi divino Maestro me dio a entender que estábamos en días de
nuestros desposorios, los cuales le daban un nuevo imperio sobre mi. En seguida
me dio a conocer que, a imitación de los amantes apasionados, no me daría a
gustar, durante este tiempo, sino lo que había de mas dulce en la suavidad de
las caricias de Su Amor”.
La joven
novicia se mostró humilde, obediente, sencilla y franca en el noviciado. Según
el testimonio de una de sus connovicias, edificó a toda la comunidad “por su
caridad para con sus hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que
pudiese molestarles, y por la paciencia con que soportó las duras reprimendas y
humillaciones a las que fue sometida con frecuencia”. En efecto, el noviciado
de la santa no fue fácil. Por ejemplo, por más que le pidiese su superiora, le
era imposible a Margarita practicar la meditación discursiva. Ella cuenta, “por
mas esfuerzos que hacía yo por practicar el método que me enseñaban, acababa
siempre por volver al método de mi Divino Maestro, aunque no quisiese.” Esto le
causaba mucho dolor ya que su mayor deseo era de obedecer a su Superiora.
También
hubo otra situación que fue causa de gran abnegación para Margarita. Se trata
de una natural repugnancia que tenía toda la familia de Margarita hacia el
queso. Era tanta la aversión que tenían al queso, que el hermano de Margarita
les pidió expresamente a las hermanas que no le obligasen a Margarita jamás el
tener que comerlo. Pero ya en el convento, se dio todo lo opuesto. Margarita,
por obediencia tenía que comer queso. Al principio no podía por las nauseas que
le daban y salía corriendo. Pero le suplicaba a su Señor que le ayudase ya que
ella no quería ser diferente de las demás en nada. Con gran esfuerzo de su
parte, Margarita logró comer queso. Cosa que ofreció como sacrificio por más de
diez años.
La
obediencia a sus superiores
Otra
dificultad para Margarita fue el hecho de su propia vida tan sobrenatural, pues
sus superiores le indicaban que esas formas de espiritualidad no iban con el
espíritu de la Visitación. Miraban con recelo sus experiencias como sujetas a
la ilusión y al engaño, y así dudaban sus superioras el permitir que Margarita
hiciese sus votos de profesión y le mandaron que le pidiese al Señor que la
hiciese útil a la santa religión por la práctica exacta de todas las
observancias. Esto Margarita lo llevó al Señor y El le respondió:
“Di a tu
Superiora que te haré más útil a la religión de lo que ella piensa, pero de una
manera que aún no es conocida sino por Mi. Y en adelante adaptaré mis Gracias
al espíritu de la regla, a la voluntad de tus superioras y a tu debilidad, de
suerte que has de tener por sospechoso cuanto te separe de la práctica exacta
de la regla, la cual quiero que prefieras a todo. Además, me contento de que
antepongas a la mía, la voluntad de tus superiores, cuando te prohíben ejecutar
lo que te hubiere mandado. Déjales hacer cuanto quisieren de ti: Yo sabré
hallar el medio de cumplir mis designios, aun por vías que parezcan opuestas y
contrarias. No me reservo sino el dirigir tu interior y especialmente tu
corazón, pues habiendo establecido en él, el imperio de Mi puro Amor, jamás le
cederé a ningún otro.
El Señor
no enseñó que la Voluntad Divina se pueda relegar a favor de la autoridad
humana. Mas bien el Señor enseñó a Margarita que la obediencia a sus superioras
es, en efecto, el medio mas seguro para acatar Su Divina Voluntad, ya que aun
siendo sus superioras limitadas, la obediencia lograría que la Voluntad Divina
triunfe a pesar de todo. El Señor promete que si ella obedece a sus superioras…
“yo sabré hallar el medio de cumplir mis designios”.
Margarita
toma sus votos
La Madre Superiora quedó contenta
con la respuesta del Señor recibida por Margarita y a esta se le abren las
puertas para hacer su voto de profesión el 6 de noviembre de 1672. El Señor por
su parte cumplió plenamente Su promesa, pues El se encargó de trabajar
fuertemente en purificar y transformar su corazón en un corazón semejante al
suyo.
El sacerdote al celebrar su profesión dijo: “Jesucristo te iluminará. ¡Ve delante por las sendas del justo, como la aurora resplandeciente…!”.
El sacerdote al celebrar su profesión dijo: “Jesucristo te iluminará. ¡Ve delante por las sendas del justo, como la aurora resplandeciente…!”.
Escribió
Santa Margarita ese día por la tarde: “Yo vil y miserable criatura, prometo a
mi Dios someterme y sacrificarme a todo lo que pida de mi, inmolando mi corazón
al cumplimiento de todo lo que sea de Su agrado, sin reserva de otro interés
mas que de Su mayor Gloria y puro amor, al cual consagro y entrego todo mi ser
y todos mis momentos.
Tres
armas para la lucha
Margarita
recibió del Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para
lograr la purificación y transformación.
La
primera arma: Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más
pequeña falta
Una vez le
dijo el Señor cuando había Margarita cometido una falta: “Sabed que soy un
Maestro Santo, y enseño la santidad. Soy Puro, y no puedo sufrir la más pequeña
mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en Mi Presencia con simplicidad de
corazón en intención recta y pura, pues no puedo sufrir el menor desvío, y te
daré a conocer que si el exceso de Mi Amor me ha movido a ser tu Maestro para
enseñarte y formarte en Mi manera y según Mis designios, no puedo soportar las
almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré
menos severo y exacto en corregir tus infidelidades.”
Y así
confiesa Margarita que nada era mas doloroso para ella que ver a Jesús
incomodado contra ella, aunque fuese de forma muy poca. En comparación a este
dolor, nada le parecían los demás dolores, correcciones y mortificaciones, y
por tanto acudía inmediatamente a pedir penitencia a su superiora cuando
cometía una falta, pues sabía que Jesús solo se contentaba con las penitencias
impuestas por la obediencia. Esta arma se fundamenta en su gran deseo de amar.
La
segunda arma: La santa obediencia
Lo que
más severamente le reprendía Jesús a Margarita eran sus faltas en la
obediencia, ya sea a sus superiores o a su regla. La menor réplica a los
superiores con señales de incomodidad o repugnancia le es insoportable al Señor
en un alma religiosa. Una vez, corrigiéndola, le decía: “Te engañas creyendo
que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales
la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse, consigue
doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! yo rechazo todo eso como fruto
corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror,
y me gustaría mas verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia,
que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia.
La
tercera arma: Su Santa Cruz
La Cruz
es el más precioso de todos Sus regalos. Un día, después que ella recibió la
comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran Cruz, cuya extremidad
no podía ver. Estaba la cruz toda cubierta de flores, y el Señor le dijo: “He
ahí el lecho de Mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de Mi
Amor. Poco a poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas,
ocultas ahora a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente
sus punzadas, que tendrás necesidad de toda la fuerza de Mi Amor para soportar
el sufrimiento.
Era de
esta forma intensa y purificadora que el Señor obraba Sus designios en el
corazón de Margarita. El, para desatar cada vez más de su alma el afecto a las
cosas de esta tierra y sobre todo a si misma, quiso permitir que viniesen sobre
ella continuas humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de
suplirle todas las Gracias necesarias. En otra ocasión le dijo el Señor: “Has
de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme a Mí. No
debes buscar nada fuera de Mí pues de lo contrario injuriarías a Mi poder y Me
ofenderías gravemente, ya que Yo quiero ser solo todo para ti.
El
trabajo de Margarita
Al día
siguiente de su profesión destinaron a Margarita a la enfermería, como auxiliar
de la enfermera, Sor Catalina Marest, excelente religiosa, aunque de
temperamento activo, diligente y eficiente. Margarita en cambio era callada,
lenta y juiciosa. Recordándose ella después de su paso por la enfermería,
escribía: “solo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí.” Y no eran exageradas
sus palabras pues había recibido un sinnúmero de insultos y desengaños durante
ese tiempo. Jesús le comunicó una parte de Sus terribles angustias en Getsemaní
y la quiere víctima inmolada. Ella le dice a Jesús: “Nada quiero sino Tu Amor y
Tu Cruz, y esto me basta para ser buena religiosa, que es lo que deseo.
Revelaciones
del Corazón de Jesús
El profundo significado del
Corazón está revelado en la Biblia extensivamente, pero quiso Jesús revelarnos
en profundidad sus alcances a través de las revelaciones a Margarita.
Primera
revelación
El 27 de
diciembre de 1673, día de San Juan el Apóstol, Margarita María tenía solo 14
meses de profesa y 26 años de edad, y estaba como de costumbre arrodillada ante
el Señor en el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla. Era el momento de
la primera gran revelación del Señor. Ella lo cuenta así: “Estando yo delante
del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su Divina Presencia. El
Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre Su Pecho Divino, en el cual me
descubrió todas las maravillas de Su Amor y los secretos inexplicables de Su
Corazón Sagrado.
El me
dijo: “Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en
particular hacia ti, que, no pudiendo contener en El las llamas de Su ardiente
caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos
para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales
contienen las Gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del
abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de
ignorancia, a fin de que sea todo obra mía.
“Luego,
continúa Margarita, me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo
cual hizo, poniéndome entonces en el Suyo adorable, desde el cual me lo hizo
ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del Suyo, de
donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a
continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo:
“He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de Mi Amor, que encierra en tu
costado una chispa de sus mas vivas llamas, para que te sirva de corazón y te
consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De
tal forma te marcaré con la Sangre de Mi Cruz, que te reportará más
humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la Gracia que te acabo de
conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te
quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre
de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de Mi Sagrado Corazón.
Después
de este favor tan grande, Margarita quedó por muchos días como abrasada toda y
embriagada y tan fuera de si que podía hablar y comer solamente haciéndose una
gran violencia. Ella ni siquiera podía compartir lo sucedido con su superiora
lo cual tenía gran deseo de hacer, y tampoco podía dormir, pues la llaga (cuyo
dolor le era tan grato) engendraba en ella tan vivos ardores, que la consumía y
la abrasaba toda.
Los primeros
viernes de cada mes
A partir
de la primera revelación Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes
una reproducción de la misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería
hasta su muerte. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor
para manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de Su
amable Corazón. Entre estas visitas le decía el Señor, “Busco una víctima para
Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el
cumplimiento de Mis designios. En su gran humildad, Margarita le presentó
varias almas que según ella corresponderían más fielmente, pero el Señor le
respondió que era ella a quien había escogido. Esto no era sino ocasión de
confusión para Margarita pues su temor era que llegasen a atribuir a ella las
Gracias que del Señor recibía.
Segunda
revelación
Unos dos
o tres meses después de la primera aparición, se produjo la segunda gran
revelación. Escribe Margarita: “El Divino Corazón se me presentó en un trono de
llamas, mas brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga
adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas
producidas por nuestros pecados, y una Cruz en la parte superior…la cual
significaba que, desde los primeros instantes de Su Encarnación, es decir,
desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en El la Cruz, quedando
lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle
las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que Su Sagrada Humanidad
iba a sufrir durante todo el curso de Su vida y en Su Santa Pasión.
“Me hizo
ver, continúa Margarita, que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los
hombres y apartarlos del camino de la perdición en el que los precipita Satanás
en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar Su Corazón a
los hombres, con todos los tesoros de Amor, de Misericordia, de gracias, de
santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran
rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden
enriquecidos abundante y profusamente con los Divinos tesoros del Corazón de
Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de Su Corazón de
carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para
grabar en el Su Amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para
destruir en El todos los movimientos desordenados. Que esparciría Sus Gracias y
bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta Su santa imagen para
tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de Su
Amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la
Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de satanás, al que pretende
arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de Su Amor, que quiere
restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción.
En esta
segunda gran revelación nuestro Señor empezó a descubrir Sus intenciones y
formular Sus promesas. La imagen del Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de
Su ardiente Amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones, y el
Señor quería que esta imagen se expusiese en las casas o llevarse sobre el
pecho en forma de medalla, ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a
quienes lo veneraban. Por el momento Margarita no podía decir nada de lo que
había visto pues no había llegado la hora. Estas revelaciones tendrían que
pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha oposición. Y aún había mucho
más que Jesús quiera revelar.
Tercera
revelación
En lo que
probablemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi,
tuvo Margarita la tercera gran revelación. Una vez entre otras, escribe Santa
Margarita, “que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de
sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos
mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo
resplandeciente de Gloria, con Sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y
despidiendo de Su Sagrada Humanidad rayos de luz de todas partes pero sobre
todo de Su adorable Pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose
abierto, me descubrió Su amante y amable Corazón.
Entonces
Jesús le explicó las maravillas de Su puro Amor y hasta qué exceso había
llegado Su Amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes.
Esta aparición es más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del
desamor de los suyos y así, Divino Mendigo, nos tiende la Mano el Señor para
solicitar nuestro amor.
Le dirige
las siguientes peticiones:
Comulgarás
tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírmelo
Jueves a
viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en
el huerto de los olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía mas
difícil de sufrir que la muerte.
Por
acompañarme en la humilde oración que hice entonces a Mi Padre en medio de
todas Mis congojas, te levantaré de once a doce de la noche para postrarte
durante una hora conmigo; el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera
Divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto
modo, la amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a
echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo…
“Una vez,
estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo
resplandeciente de gloria, con Sus cinco llagas que se presentaban como otros
tantos soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero
sobre todo de Su adorable Pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose
abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo
manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables
maravillas de Su puro Amor con que había amado hasta el exceso a los hombres,
recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento.
“Eso, le
dice Jesús a Margarita, fue lo que más Me dolió de todo cuanto sufrí en Mi
Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco
todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas
sólo frialdades y desaires tienen para todo Mi afán en procurarles el bien. Al
menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado
conforme a tus posibilidades.
Ante
estas palabras, Margarita solo podía expresarle al Señor su impotencia, y Él le
replicó: “Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falte. Y del Corazón
abierto de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a
consumir, pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le
pidió que tuviese compasión de su debilidad. El le respondió: “Yo seré tu
fortaleza, nada temas, solo has de estar atenta a Mi Voz y a lo que exija de ti
con el fin de prepararte para la realización de Mis designios.
Entonces
el Señor le describió a Margarita exactamente de que forma se iba a realizar la
práctica de la devoción a Su Corazón, junto con su propósito, que era la
reparación. Finalmente, Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que el
demonio levantará para hacerla caer.
Estas son
las palabras de Jesús en tan importante día: Primeramente me recibirás en el
Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo;
algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que
recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes
de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal
tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te
reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de
soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé
entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las
once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la
cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los
pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el
abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido
velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija
mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está
rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían,
a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda
engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes.
Agudas
pruebas
Después
de la aparición, Margarita sintió que estaba fuera de si, y no sabiendo donde
estaba, le faltaron las fuerzas y cayó desmayada. Sus hermanas, viéndola en tal
aspecto, la levantaron y la cargaron donde la Madre Superiora. Ella, viendo que
Margarita no podía hablar ni aun sostenerse, arrodillada ante sus pies, la
mortificó y la humilló con todas sus fuerzas. Y cuando Margarita le respondió a
su pregunta de lo sucedido, contándole todo cuanto había pasado, recargó sobre
ella nuevas humillaciones y no le concedió nada de cuanto decía que el Señor le
mandaba hacer, mas bien lo acogió con desprecio.
El fuego
que devoraba a Margarita por dentro a causa de las revelaciones le ocasionó una
fiebre continua. Ante esta misteriosa enfermedad la Madre Superiora no podía
sino sentir miedo y por tanto le dijo a Margarita: “Pida a Dios su curación, de
esta forma sabré si todo viene del Espíritu del Señor.
Margarita,
obedeciendo a esta orden, le expuso todo cuanto le pedía su superiora al Señor,
el cual no tardó en recobrarle por completo su salud por las manos de la Virgen
Santísima. Y así consiguió Margarita el poder cumplir lo que Dios le pedía.
Viendo la
Madre Superiora que continuaban las visiones, y no sabiendo que más hacer para
asegurarse de su veracidad, decide consultar a los teólogos. Ella creyó que
debía obligarla a romper el profundo silencio que hasta entonces había
observado, con el fin de hablar del asunto con personas de doctrina. Compareció
pues Margarita ante estos personajes, y haciéndose gran violencia para
sobrepasar su extremada timidez, les contó todo lo sucedido. Más Dios permitió
que algunos de los consultados no conocieran la verdad de las revelaciones.
Condenaron el gran atractivo que tenía Margarita por la oración y la tildaron
de visionaria, prohibiéndole detenerse en sus inspiraciones. Hasta uno de ellos
llegó a aconsejar: “procuren que esta hija se alimente bastante y todo irá
mejor.
“Se me
empezó a decir, cuenta Margarita, que el diablo era el autor de cuanto sucedía
en mi, y que me perdería si no ponía muy en guardia en contra de sus engaños e
ilusiones. Para Margarita esto fue motivo de gran sufrimiento, no por razón del
rechazo o porque pensaban mal de ella, sino por el conflicto interno que le
causaba. Llegó a pensar que ella estaba en el error pero por más que trataba de
resistir las atracciones de Dios no lo lograba. Se sentía profundamente
abandonada, puesto que se le aseguraba que no la guiaba el Espíritu de Dios, y
sin embargo, no lo podía resistir.
Cada vez
era mayor la oposición aun dentro del convento contra Margarita. Había
significativos movimientos de cabeza, miradas reprobatorias y muecas. Algunas
pensaban que una visionaria venía a ser como la personificación de todo un
escuadrón de demonios, un peligro evidente y una gran amenaza para todas. Llegó
hasta tal punto que las hermanas empezaban a rociarla con agua bendita cuando
pasaba.
Triunfo
El Señor
le había prometido a Margarita que Su obra triunfaría a pesar de todos los
obstáculos. Esta promesa empezó a cumplirse cuando, a primeros días de febrero
de 1675, le envío al jesuita Padre Claudio Colombiere. En cuanto este santo
sacerdote habló con Margarita, pudo ver su santidad y creyó en sus
revelaciones, lo cual comunicó inmediatamente a la Madre Superiora. Ante el
juicio del Padre Claudio, quién era reconocido por su sabiduría y santidad, la
Madre Superiora pudo por fin descansar y le ordenó a Margarita que le contase
todo al Padre Colombiere.
Cuarta
revelación
Fue bajo esta nueva aceptación
que se dio la cuarta y última revelación que se puede considerar como la más
importante. El Señor quería establecer en la Iglesia una fiesta litúrgica en
honor del Sagrado Corazón de Jesús. Sucedió esta revelación en el curso de la
octava del Corpus Christi del año 1675, o sea entre el 13 y el 20 de junio.
Cuenta
Margarita: Estando ante el Santísimo Sacramento un día de Su octava, y
queriendo tributarle amor por Su tan gran Amor, me dijo el Señor: “No puedes
tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya.”
Entonces el Señor le descubrió Su Corazón y le dijo: “He aquí el Corazón que
tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de
agotarse y consumirse para testimoniarles Su Amor. Y, en compensación, sólo
recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y
sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo
en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los
corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes
después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a Mi
Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes
por El recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares.
También te prometo que Mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las
influencias de Su Divino Amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que
se le tribute.
El Padre
Colombiere le ordenó a Margarita a que cumpliese plenamente la Voluntad del
Señor, y que también escribiese todo cuanto le había revelado. Margarita
obedeció a todo lo que se le pidió pues su más grande deseo era que se llegase
a cumplir el designio del Señor.
Pasarían
más de diez años antes que se llegase a instituir la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús en el monasterio de la Visitación. Serian diez años muy duros
para Margarita. La Madre Superiora, que por fin llegó a creer en ella, fue
trasladada a otro monasterio. Pero antes de irse ordena a Margarita a que
relatara ante toda la comunidad todo cuanto el Señor le había revelado. Ella
accedió solo en nombre de la santa obediencia y les comunicó a todas lo que el
Señor le había revelado incluyendo los castigos que El haría caer sobre la
comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos empezaron a hablarle
duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le
decían.
Al
siguiente día, la mayoría de las monjas se sintieron culpables de lo que habían
hecho, y acudieron a la confesión. Margarita entonces oyó que el Señor le decía
que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que por su gran
sufrimiento, Su Divina Justicia había sido aplacada.
La
anunciada muerte de Margarita
En contra
de su voluntad, Margarita fue asignada como maestra de novicias y asistente a
la superiora. Esto llegó a ser parte del plan del Señor para que por fin se
empezara a abrazar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo
Margarita nunca llegó a ver durante su vida en la tierra el pleno
reconocimiento de esta devoción. En la tarde del 17 de octubre del 1690,
habiendo Margarita previamente indicado esta fecha como el día de su muerte,
encomendó su alma a su Señor, quien ella había amado con todo su corazón. Muere
entre las 7 y 8 PM. Tenía 43 años de edad y 18 años de profesión religiosa.
Pasaron
solamente tres años después de su muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó
un movimiento que abriría las puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal
dando indulgencias a todos los monasterios Visitandinos, que resultó en la
institución de la fiesta del Sagrado Corazón en la mayoría de los conventos. En
1765, el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma, y en 1856 el Papa Pío
IX extendió la fiesta del Sagrado Corazón a toda la Iglesia. Finalmente, en
1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.
Intervenciones
sobrenaturales
La vida
de Santa. Margarita estuvo marcada por experiencias sobrenaturales, pero ellas
nunca fueron causa para escapar de las realidades cotidianas, sino al
contrario. Las gracias sobrenaturales le trajeron duras pruebas y la necesidad
de ejercitar heroicamente las virtudes que forjan la santidad en la vida
diaria. He aquí algunos ejemplos.
En 1680
estuvo Margarita enferma de gravedad. Llegaba la fiesta del Corpus, donde se le
concedió tomar el Pan de Vida, y se le dio el mandato de no tomar medicina
alguna durante cinco meses, ni poner los pies en la enfermería. Añadió la
Superiora por escrito que por orden de santa obediencia pidiera la salud a
nuestro Señor a fin de poder practicar los ejercicios de la santa regla hasta
la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen de ese año 1680. Durante
los cinco meses fijados por la Madre Superiora, Santa Margarita gozó de
perfecta salud, quedando satisfecha la Madre Superiora de la prueba.
Otra
intervención divina ocurrió cuando Santa Margarita tenía que entrar en los
ejercicios anuales. En ese momento, Santa Margarita estaba en la enfermería
abrasada de calentura. La Madre Superiora le dijo: “Vaya, hija mía, le
encomiendo al cuidado de Nuestro Señor Jesucristo; que El la dirija, gobierne y
cure según Su voluntad”. El Señor se le presenta y le hace levantar con mil
señales de amor, y le dice: “Quiero volverte con salud a la que te ha enviado enferma
y puesto en mis manos. Así quedó sana y vigorosa como si nunca hubiera estado
enferma.
Se le
presentó una vez delante de ella Jesús cargando con la Cruz, cubierto de llagas
y de sangre y le dijo con voz dolorosamente triste: ¿No habrá quien tenga piedad
de Mi y quiera compartir y tener parte en Mi dolor en el lastimoso estado en
que Me ponen las pecadores sobre todo en este tiempo?. La santa se le ofreció y
el Salvador colocó sobre sus hombros Su pesada Cruz. Una enfermedad le hizo
sentir muy pronto lo desgarrador de aquellos clavos.
Otra vez
al acercarse a la sagrada mesa se le apareció la Sagrada Hostia resplandeciente
como sol, y distinguió al Señor, llevando en la mano una corona de espinas. El
se la puso en la cabeza, diciéndole: “Recibe, hija mía, esta corona en señal de
la que se te dará pronto por su conformidad conmigo”.
Sus tres
ardientes deseos
Sus
grandes deseos fueron siempre:
Deseo de
amar a Dios y recibir la santa Comunión
Deseo de
padecer. A consecuencia del deseo de amar, quería dar su vida puesto que no
tenia nada más que dar.
Deseo de
morir, así podría unirse con su gran Amor. Pero ella se conformaba con vivir
hasta el día del Juicio, si esto era la voluntad de Dios, esta separación le
dolía más que mil muertes.
Sus
cualidades naturales
Santa
Margarita era muy sensible, tímida, juiciosa y discreta, de buen espíritu,
temperamento constante, corazón caritativo hasta lo imposible. Tenía poca
educación formal y sin embargo una profunda sabiduría sobre las verdades
sobrenaturales. Tenía un gran juicio y valentía para ser fiel a la verdad.
Sabía perdonar de corazón. Las mas humillantes persecuciones que soportó
quedaron para siempre sepultadas hasta llegar a ser extremadamente atenta para
cuantos la hicieron sufrir.
Sus
amigas, las almas del Purgatorio
Trataba a
las almas del Purgatorio como sus queridas amigas. Su divino Dueño les había
hecho donación de su sierva durante el año 1683. Debía hacerlo y sufrirlo todo
por su rescate. Santa Margarita participaba de los sufrimientos de aquellas
almas, se compadecía amargamente, oraba y practicaba duras penitencias para
conseguir su liberación. Un día, sentada ante Jesús Sacramentado, de repente se
le presenta una persona rodeada de llamas por todas partes. Es el alma de un
religioso benedictino que la había confesado una vez en Paray-le-Monial. Le
suplica que aplique por espacio de tres meses los méritos de todas sus obras y
oraciones por su entrada al cielo. Le explicó: “Sufro tan terriblemente por el
demasiado apego que tuve a mi reputación, mi poca caridad, algunas veces con
mis hermanos y alguna torcida intención en mis prácticas de devoción y en mis
relaciones con las criaturas. Margarita promete su cooperación. Durante estos
tres meses permanece aquella alma cerca de su víctima voluntaria y la hace
participar de los efectos del fuego purificador.
El dolor
intensísimo lo hace llorar casi continuamente. Al cabo de los tres meses
convenidos, se le aparece de nuevo a Margarita resplandeciente de gloria y ella
le ve subir al cielo. El le da las gracias y promete ser su protector delante
de Dios.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío y Creo. Santa Margarita María Alacoque ruega por nosotros
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