¿Qué nadie hablara de mi para cuando me
haya muerto?
¿Y crees que yo sueño con eso? yo solamente
suplico
a mi Dios puro y eterno, que al paso por
esta vida
deje muy hondas mis huellas. Y si alguno
las tocara
sin pensar acaso diga ¿Quién habrá sido el
poeta?
¡Escribía con gran tristeza!
De seguro una mujer destrozaba su entereza,
¿Y sería una mujer la culpable? ¿Y por qué
tendría que serlo?
la tristeza es compañera, tan melosa y
lisonjera
que se adhiere a tu solapa aunque no
pienses en ella.
Nace contigo, y contigo, se va también de
esta tierra.
¿Fue poeta y curandero? ¡Médico bien sé que
era!
Y curaba al que doliente se llegara hasta
su puerta,
¿Rico sería a fe mía? Te digo que era
poeta,
y los poetas por siempre serán parias que
en la acera,
sueñan con veleros rosas rielando por la
distancia,
rumbo a la vida perfecta.
¡Y que nadie hable de mí! Ese día que yo me
muera
que nadie te hable mi negra, que no te
convenzan ¡Falsas!
“Y cuéntame, cuéntame a mí como él era”
no, no has de contestar preguntas, y que no
llamen a la puerta
con ese estribillo vano por todos tan
conocido,
“Cuanto lo siento, y el tan bueno que era”
Solo tú mi ángel de luz, mujer del tiempo y
la espera,
solo tú hablaras de mí, y cuéntale a quien
así lo quiera
que te amé yo más que nadie amó a mujer en
la tierra,
diles que fuiste mi Diosa y que yo, fui tu
poeta.
y si van a hablar de mí para el día en que
yo me muera,
ojala que se enteraran que te escribí cien
poemas,
a tu boquita de rosa y a tu porte de
princesa,
y así hablaran de mi amor, por una mujer,
perfecta.
Eduardo Martínez Zendejas (México)
¡Qué bonito escribes Eduardo! ¡Qué orgullo para tu mujer! Te felicito.
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