En frente de la ciudad de Jerusalén, que se situaba al
pie del monte Sión, hay unos altos, separados de la ciudad por el valle que
formaba el torrente Cedrón. En esa colina, había diversos huertos, algunos de
los cuales, como es típico en toda la cuenca mediterránea, estaba plantado de
olivos. A uno de estos sitios retirados y protegidos se retiraba el Señor para
orar.
Todavía hoy los franciscanos poseen una propiedad en
esta zona, plantada con olivos, sobre muchos yacimientos arqueológicos de la
época romana, bizantina y medieval. Lo importante es que allí, en ese lugar,
con esas vista, sobre ese suelo, vivió el Señor la última noche de su vida, en
oración, sufriendo, esperando la alevosa traición de su discípulo y amigo
Judas, afrontando la saña de los guardias enviados por los malvados sacerdotes.
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