“VOLANDO ENTRE ESTRELLAS EN EL NUEVO AÑO”
- FELIZ 2022-
La creación es una obra esplendida, maravillosa, perfecta. Hecha por la mano de Dios. Los Griegos lo llamaron “Kosmos”, palabra que los latinos transformaron en “mundus” y que da la idea de lo acabado, de lo absoluto, de lo “Mondo y lirondo”. Siendo perfecto y evidentemente lo es pues el hombre todavía no puede estropearlo. Siempre veíamos en el Universo la magnificencia de la obra del supremo, al que por los avatares de la vida no le llevamos el apunte, porque la ciudad, sus luces y ruidos impiden apreciar las estrellas y sus orbitas celestiales Es así es que Platón y otros sabios a los que durante siglos consideramos con respeto sostenían que las orbitas eran circulares. ¿Cómo no iban a serlo si el circulo es la más perfecta de las figuras? En ese sentido soy un privilegiado. Es que este raro fenómeno del desprendimiento espiritual que me ha sido concedido, no solo puedo recordar, vivir y detallar los lugares y personas a donde me desplazo. Sino que, en mi viaje astral, como un cordel luminoso y extraordinariamente elástico puedo dimensionar lo maravilloso de la creación. Puedo asentarme en ellas, tocar y percibir con mis manos y mi sentido esa esfera celestial casi inmutable. Rastrear en mi vuelo a través de la vía láctea los movimientos imperceptibles de los planetas y la posición inferida del sol. Corales lumínicos que casi se tocan para ser una imagen continua desde la tierra. Es lo grandioso y extraordinario del firmamento y del espacio infinito. Son mi redención al igual que la luna a las que todas las noches la vemos en su lugar con la sola variación debida al transcurso del año. En mi bilocación profunda puedo distinguir los cambios en las cosas que procuran mejorar, aunque esté supremamente consumado. Puedo avistar sin reparo alguno sin los camufles de los astronautas o navegantes espaciales a una estrella de la constelación de cetus. La ballena que cuando se la observa de cerca tiene variaciones en su brillo. Esta estrella a la que puedo mirar y tocar sin dificultad era percibida únicamente por quienes podían fabricar sus propios instrumentos de observación. La miro, la contemplo anonadado. Maravillosa, admirable, “Mirabilis” es la “Cetus”, la ballena, esfera luminosa versátil y caprichosa. De una energía inigualable que la emite en forma de rayos infrarrojos. Enormemente grande y se halla a unos 250 años luz de la tierra. La ballena, mi estrella, mi nido, mi sol, la mido y miro como si fuera el imponente cetáceo que surca los mares con su soberbio coqueteo. Perla celestial que se encuentra al oeste del “Toro y de Erídano” sus pares. Al sur de los “Peces y del carnero” ya visibles. Al igual que mi amiga la Luna, en este verano del 2022, cuando este afuera de mi doble etéreo la podré contemplar una vez más desde mi Tafí del valle casi encima de mi cabeza. ¿Aparecerá? La vuelvo a mirar como en una contemplación beatifica. Profundizo en mi introspección y no dejo de pensar que muchos vieron esa variación en la estrella quizás como una falla, una imperfección, una deficiencia de la creación. Pero casi acariciándola nuevamente, puedo afirmar que no es así. Igual que los Griegos clásicos puedo atestiguar que el Kosmos es espléndido, maravilloso, perfecto. En su esplendor se aprecia en el ajuste de las normas con que Tata Dios rige su funcionamiento. Poco a poco mi ser espiritual se vuelve a esfumar para volver a mi estado normal. Nunca podré olvidar ese foco de energía luminosa, el que no se adecua a geometrías ideadas por el hombre, ni menos a los humanos métodos de medir luminosidades y es el MILAGRO que irradia e intensifica mi FE en el Señor de la Creación.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Argentina #Tucumán #España #EstrellasMuy buena su imaginación Jorge. Feliz año 2022.
Elsa Lorences de Llaneza.
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