Un puñal me salpica
con la sangre del tiempo
que transcurre,
silente, y va dejando su huella
en las marcas del
rostro, que parecen heridas
de batallas
ganadas, y de guerras perdidas.
El pasado me invade
con la miel de un recuerdo
que me arranca
sonrisas y se eleva, despierto,
correteando en mi
muerte, como un niño que juega,
habitando mi vida,
en la paz de los muertos.
Se detiene el
destino, en los sueños perdidos
y se agranda el
futuro, en mi alma que espera…
Siempre queda una
llama, en el fondo del río
que el agua no
apagó, y se volvió un desafío…
Se contiene el
aliento, por guardar los segundos
de las hojas que
aún no perdió el calendario
Y se tejen
proyectos, por jugarle a la vida
la pulseada de
haber conquistado la meta…
Y aunque sea una
vez, ya gastados mis días
Sentiré que al final, le gané la partida.
Muy bonito María Cristina. Gracias por compartirlo. Bendiciones Elsa.
Muchas gracias, Elsa!
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