Cuando la Ilusión se hace realidad
Hoy 25 de Diciembre de 2017, mi nieta Delfina
con cinco añitos, conoció a su Papá Noel.
El
año pasado ya empezó a sospechar y me di cuenta cuando me dijo después que yo
volví a la fiesta diciendo que había estado en el baño descompuesta y le
pregunté se había ido Papá Noel y como era: “Abuela, Papá Noel tiene tus mismos
zapatos y tus ojos! ¡¡¡Papá Noel se disfrazó de vos!!! Qué perspicaz Delfina
con cuatro añitos, reconocer tras la máscara mis ojos. ¿Cómo mirará ella mis
ojos? Me dejó intrigada.
Este año fue más lejos, me dijo unos días
antes: Abuela no te enojás si te digo una cosa? – No Delfi, la abuela no se
enoja. ¿Qué me querés decir? – Que creo que Papá Noel sos vos.
No
me sorprendí porque me lo esperaba. A los chicos hay que decirles la verdad
cuando preguntan sino después lo mágico se puede convertir en fastidio o en
bronca, como lo mío con los Reyes Magos. Por eso sin alterarme le pregunté: - ¿Y
si fuera así, a vos te gustaría que Papá Noel fuera la abuela? - ¡¡Me
encantaría!! Contestó. No aclaré nada, simplemente la abracé bien fuerte.
Se me hizo difícil llegar al 24 pensando cómo
iba a cortar esa ilusión, ya casi adivinada, sin herir y dejar un buen
recuerdo.
Igual me puse el traje de Papá Noel a las 12
de la noche nerviosa y ansiosa de que terminara ese momento.
Con ayuda de mi otra nieta mayor Natalia, que
se dio cuenta a los tres añitos, comenzamos la ceremonia de la entrega de regalos.
Cuando finalizó, hice el amague de que me iba a ir, pero volví a sentarme y
conté una historia, la verdadera historia del Papá Noel de los cristianos.
De ese maravilloso Obispo llamado San Nicolás
de Bari que viendo a los niños que vagaban
por las calles en la Noche Buena, mirando la suerte de otros niños que
recibían regalos y como era muy rico, comenzó a juntar juguetes para repartirlos
en la Noche Buena-Navidad. La historia seguía con que San Nicolás, viejito,
necesitó de ayudantes para seguir haciendo esta tarea y que yo había sido
elegida como uno de ellos para repartir juguetes (cosa que es cierto) en los
hogares de chicos discapacitados, enfermos o abandonados por sus padres y que
además me había tocado esa casa donde vivían mis nietas.
Que
era verdad lo que sospechaba Delfina de que la abuela era Papá Noel Y ahí me
saqué la careta.
Se hizo el silencio entre todos. Yo angustiada
esperaba con ansias la reacción de Delfina que no se hizo esperar:
“Abuela, esta muñeca habla”
Todos
los mayores se empezaron a reír. Yo también. No había sido tan traumático el
paso de la ilusión a la realidad gracias a Dios.
Elsa Lorences
de Llaneza
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