Desde lo que sobra - Lc 17, 10.
Así
también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos
servidores inútiles, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”. (Lucas 17, 10).
Este versículo de Lucas me llamó siempre
la atención. Y no solo a mi. Era y es un problema para muchos estudiosos y
comentaristas del evangelio y en general para el pueblo cristiano.
¿Qué significa “somos servidores inútiles”? ¿Cómo interpretarlo? Es por
demás sugerente que en la traducción misma muchas veces se omite el termino
“inútil” para otras expresiones más fáciles de interpretar. La Biblia del
pueblo de Dios traduce: “somos simples
servidores”.
Es una posible y válida traducción, pero
en realidad el termino griego (acreios)
expresa ese sentido de inutilidad. Lo encontramos también en Mateo 25, 30 como
cierre de la parábola de los talentos: “echen
afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar
de dientes”.
Desde nuestra visión mística de la
realidad podemos vislumbrar su significado más profundo. Fascinante.
Ya hemos hablado en el blog de los
distintos matices de lo “útil” y lo “inútil”, afirmando que en general podemos hablar
de utilidad en sentido pragmático,
pero que lo más hermoso y profundo de nuestra humanidad y experiencia hunde sus
raíces en la “inutilidad” u otro tipo de “utilidad”. En sentido estricto lo que
da sentido y belleza a la vida es – pragmáticamente – inútil: el amor, el arte, la amistad, el juego. Estas realidades
expresan genuinamente el Ser y el ser se disfruta, se vive. Es pura gratuidad.
Es la inutilidad más útil en definitiva: la que llena la vida, que da sentido.
Justamente por eso me parece tan bello y
esencial este versículo: “Somos
servidores inútiles, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”.
Casi siempre nuestro actuar brota de una
sensación de vacío, de falta. Nos parece que al Universo le falta algo, que a
nosotros mismos nos falta algo y con nuestras acciones y búsquedas intentamos
llenar este vacío o completar lo faltante.
A partir de esta percepción nuestra vida y
nuestro actuar se vuelven ansiosos, puramente pragmáticos, egoístas, inquietos.
Pero en realidad esta percepción es mental
(podemos llamarla psicológica). A partir del silencio y la quietud se nos abre
otra percepción y nos vamos dando cuenta que no falta nada. Más aún: sobra. En
el Universo sobra vida, todo sobra.
El mismo evangelista Lucas lo afirma: “Den,
y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada,
sacudida y desbordante” (6, 38).
“Sobra” no en el sentido que comúnmente
damos a esta palabra: algo que ya no sirve, algo para tirar. Sino en el sentido
de abundancia, de disponibilidad siempre presente, de gratuidad inaferrable.
¡Como cambia construir la vida desde lo
que falta o desde lo que sobra!
Construir desde lo que falta – más allá que la misma percepción es
superficial y no toca la realidad – siempre supondrá algo de ansiedad y
agotamiento y sobre todo de ego. Nos la creemos: nos convencemos que somos
nosotros a actuar, arreglando un Universo en falta. El hinduismo vio este tipo
de falla cuando afirma: no hay un hacedor
individual. Y el zen lo afirma diciendo que – en sentido estricto – no hay
una persona iluminada, sino solo un actuar iluminado.
Es justamente lo que descubrimos cuando
construimos desde lo que sobra: solo
hay Vida. Vida Una que desborda por todos lados. Simplemente hay que fluir con
ella y ordenarla, vivir en armonía. Entonces se hace patente el significado más
profundo de nuestro amado versículo: “Somos
servidores inútiles, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”.
Inútiles porque todo está ya dado. Todo es
gratuidad. Todo es perfecto. Todo es Vida y Vida abundante (Juan 10, 10). No es
una inutilidad moral, es una inutilidad esencial o amorosa. ¿Qué podemos
agregar a la plenitud del Amor?
Viviendo desde lo que sobra – desde la
inutilidad evangélica – nos daremos cada vez más cuenta que no hay un actuar
personal o individual, sino solo el Amor manifestándose en todo y a través de
todo.
Resuenan las palabras del sabio Lao-Tse: “El universo es sagrado. No lo puedes
mejorar. Si intentas cambiarlo lo estropearás. Si intentas asirlo, lo perderás”.
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