Señor,
no querés holocaustos ni
sacrificios,
sin embargo esperas mi
ayuno.
Ayuno de la arrogancia
que me hace creer
que todo lo puedo
cuando nada soy sin vos.
Ayuno de la avaricia
que me lleva a satisfacer
sólo mis necesidades y
acaparar todo.
Ayuno de la
tristeza
que me sumerge
en la profundidad del
desconcierto
y me aleja de la alegría.
Ayuno de la murmuración
que hiere a mi hermano,
en su mente y en su
corazón.
Ayuno de la hipocresía
que me hace querer
demostrar cosas que no soy.
Ayuno de la insolencia
que destruye la caridad
en mi persona.
Ayuno de la intolerancia
hacia los que son
diferentes y
hacia todo aquello que no
entiendo.
Ayuno del rencor
de creer que algo es
imperdonable
cuando Vos cada día
perdonas una y otra vez.
Ayuno de los excesos,
que sólo me muestran mi
propia carencia.
Ayuno de creer
que ya todo está hecho
y perderme la gracia
de encontrarte en cada
nuevo desafío.
En fin, ayuno de todo
aquello que hace mal
y en lugar de acercarme
me aleja de vos.
Ayudame Señor a
ayunar de todo eso
y sentir que cada día mi
espíritu se acerca más a vos.
Adriana
Leiva
Refugio
del silencio y la Palabra
Neuquen
Cuánta verdad en tu poema Adriana. Si todos ayunáramos de todo lo malo que hay en nosotros ¡Qué felices seríamos! Gracias.
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