El regazo de la Misericordia
¡Miseria humana, corazón de tierra,
camuflaje de libertad, desafío de
muerte!
Domina el pecado a la inexperiencia,
y serpea la perfidia entre la gente.
Indolencia…egoísmo, no existe el
nosotros.
Contactos fríos en la espiral de
redes,
tan cerca y tan lejos; tan ricos… tan
pobres.
Relegar la mirada, el encuentro, el
consuelo…
¡Y vamos…! De olvido en olvido
junto a la desdicha, desmembrándonos…
Corazón terrenal, humana miseria,
la justicia no alcanza para tanto
duelo,
las lágrimas secas… por largas esperas.
También olvidamos ofrecernos disculpas
o agradecer la vida y sus
contratiempos,
pues en ellos crecemos al rumiar silencios.
¡Creemos que todo merecemos, sin esfuerzos!
Confundidos, buscamos la felicidad en
el tener,
sellamos el alma, vaciamos su esencia
que gime su inquietud por ausencia de
paz,
y rebosada en materia, sofocamos su
ser…
Como un mendigo me acerco a tu Puerta
pues, compasivo, nos la dejaste
abierta
para que entreguemos toda la miseria,
esa que construimos en el destierro
del pecado
y que, como Pedro, arrepentidos y
confiados,
acudamos al regazo de tu Misericordia.
No vengas solo, ven con tus hermanos;
ven con amigos o con enemigos…
Tú lo pediste de una y mil maneras…
Sólo la magnanimidad se hace pequeñita,
y la Sabiduría doblega, su
omnipotencia,
para sanar, humilde, nuestra
indigencia.
A través de esa herida cercenada por
la lanza
derramaste misericordia al mundo
entero.
Tú sabes que solos no podemos…
Nos Justificaste, entonces, con el Agua
y
nos infundiste tu gloriosa Vida interior
con la Sangre de tu Corazón paterno…
¡A través de esa llaga cercenada por
amor!
Nelli Esther Vichich
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