HOMERO EN GINEBRA
A
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo Haslam Suárez.
Perdura
entre mis manos tu ternura amanecida
en ésta
claridad que imanta nuestras mentes,
en
éste luminoso silencio que anima nuestras voces.
Somos
el instante de un relámpago encarnado,
un
ciclo del Universo cifrado en dos seres previstos,
un
temblor tallado en el misterio, una ceniza del instinto.
No
quedaremos en la memoria de blindados papiros
que
los herederos de la tierra poseerán
en
templos ciegos, llamados computadoras.
Perduraremos
en la epopeya de los cuerpos
y en
sus iconografías irrepetibles para la historia:
un
hombre y una mujer, contemporáneos de su sombra.
El
resto es tiempo y conjetura, combate y silencio.
Somos criaturas
de futuro polvo, semejante 16
al que
se posa en nuestro apartamento
éste
domingo en que copias los poemas manuscritos
con el
fondo de las campanas, llamando a misa.
Sigue
amada, María Kodama, luz fiel, dúo de mis ojos,
cifrando
la tácita noche de un bardo del sur.
Lo
perpetuo son tus manos, lámparas de mis pasos,
que me
han redimido de la vigilia circular.
Es la
hora, María, verbo de mis pupilas.
Dios
conoce el ocaso de mi laberinto
que me
retorna a Palermo y a mi oculto destino.
Bosco Ortega.
Mil gracias Bosco. Hermoso poema.
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