Entregada por la Virgen a Santa Matilde
Preocupada, la religiosa Benedictina que luego fue Santa Matilde por el buen fin
de su vida, rogó insistentemente a la Virgen Santísima “que la
asistiera a la hora de la muerte”; y acogiendo benignamente su
súplica, la Madre de Dios se manifestó a la implorante, diciéndole:
"Sí
que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres
Avemarías, conmemorando, en la primera, el Poder recibido del Padre
Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y,
en la tercera, el Amor de que me colmó el Espíritu Santo."
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