Sentado a la sombra de los framboyanes
con la brisa suave de un día de abril,
descansa sereno un hombre ya viejo
que porta en su frente con orgullo añejo,
las mil cicatrices de un tiempo febril.
Su frente surcada por tantas arrugas
señala al momento que el tiempo pasó,
pasaron los días llenos de contento,
pasaron las horas de feliz recuerdo
cuando allá en familia, su vida gastó.
Siempre fue admirado por propios y ajenos
su suave presencia y su rectitud,
su historia, de buena, pareciera vieja,
y el tiempo vivido con gran pulcritud,
hizo del anciano… hoy solo un recuerdo.
Sepultado en vida, muriendo a momentos,
deambulando lento ya sin ilusión
en los quietos patios de su cementerio,
asilo de vidas de todos los tiempos
donde pasa el día, con resignación.
¡Que el final ya toque! Que venga la parca
poniendo al momento feliz colofón,
al triste recuerdo de ser un objeto
que cuando envejece no da más función,
solo, se consuela mirando hacia el cielo,
cantando una estrofa de vieja canción.
Hoy piensa que el tiempo de vivir añejo
al gastar la vida, también se acabó,
y sentado a la sombra de los framboyanes
cascadas de flores lo arropan, sin son.
Cuan cae la tarde y la noche llega,
perdido en la bruma en la meditación,
llegan a su mente tres caritas tiernas
que a su Dios menciona, en sublime oración.
Eduardo Martínez Zendejas (Mexico)
Bello y real poema Eduardo. Mil gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario