Como fulgor de luz,
veo la espada
del Arcángel Miguel
derramando magnitud
sobre mi alma,
en nombre de Jesús.
Constante, busco
el alma y omega de Dios
en su hondura,
y me siento fortificado.
Mi tiempo está medido
por las agujas
del reloj humano
y parece mucho...
Pero el tiempo del Señor
que se vive con el alma
es mucho, mucho más,
como océano de auroras.
En quietud y serenidad
que me transporta,
veo escala con peldaños
diáfanos y cintilantes
con sagradas columnas,
sosteniendo un oratorio
de música sacra y manantial
de aguas bautismales.
Consabidamente expreso:
el cuerpo volverá a ser polvo,
pero el alma entregada a Dios
será eterna. Amén.-
Miguel Ángel Migliarini
San Nicolás de los Arroyos,
16 de noviembre del 2014.-
Gracias Miguel Ángel por tu poema. Que el Arcángel Gabriel te proteja,
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