Santa Catalina Labouré (Catherine Labouré o Zoe Labouré) nació en
Fain-lès-Moutiers
– Francia el 2 de mayo de 1806. Fue la octava de los diez hijos del
granjero Pierre Labouré. Perdió a su madre, Louise Gontard, en el año
1815 y fue criada por su tía.
Al cumplir los doce años volvió a la granja de su padre y allí fue
puesta a cargo de todos los oficios de la cocina y los animales (vacas
lecheras, la alimentación de los cerdos y 800 palomas). Cuando tenía
catorce años, su hermana María Luisa, ingresa a las Hijas de la Caridad;
poco después ella también descubre su llamado al servicio de los pobres
en esta congregación. Poco después tiene un sueño en el que un anciano
sacerdote la alienta a continuar su llamado en esa dirección. Con la
ayuda de uno de sus primos aprendió a leer y a escribir.
Su padre se niega a dejarla partir hacia el convento, ya que sus
planes era el de verla casada, así que la envía a París para que trabaje
en la cantina de uno de sus hermanos. Allí ella descubre la miseria de
la gente y se propone definitivamente hacerse monja para socorrerlos y
darles animo en medio de sus terribles penurias.
Entró en la congregación de las
Hijas de la Caridad, fundada por
San Vicente de Paul. Fue admitida el
21 de abril de
1830 en el Seminario de las Hijas de la Caridad, situada en el número 140 de la calle del Bac en
París París (
al
ingresar en aquel convento se encuentra con un retrato idéntico del
anciano sacerdote que ella había visto en sus sueños, cuando pregunta de
quién se trata esa pintura le dicen que es San Vicente de Paul,
fundador de la congregación en la que ella iniciaba su vida religiosa). Días después asistió al traslado de las reliquias de san Vicente (25 de abril de 1830).
Desarrolló particular afecto por la
Virgen María
durante toda su vida. Después de las apariciones de la Virgen María que
recibió en 1830 se dedicó a cumplir la misión que según ella le
encomendó la Virgen: acuñar una medalla, alusiva a su
Inmaculada Concepción. Los favores celestes que acompañarán la difusión de esta medalla harían que muy pronto se la llame
Medalla Milagrosa.
Fue destinada al hospicio de Enghien, en la calle de Reuilly de
París. Durante cuarenta y cinco años se dedicó a oficios humildes:
cocina, atención a ancianos, portería.
Urna de cristal que contiene sus restos incorruptos en la capilla de la Medalla milagrosa en la Rue du Bac, en París.
Uno de las ejemplos más significativos de esta santa es su humildad,
ya que desde que se dieron las apariciones marianas en la Rue du Bac en
1830 hasta su muerte en 1876, aparte de su confesor nadie supo quien era
la vidente de las apariciones de la medalla milagrosa, ni siquiera sus
hermanas de comunidad con las que convivió durante años.
Su confesor había publicado un libro con todo lo referente a las
apariciones pero nunca revelo el nombre de la bienaventurada que había
recibido semejantes gracias por parte del Señor en la persona de su
santísima madre. Los años siguientes a las apariciones los vivió como
cualquiera de las otras hermanas de su convento, y como ya se ha dicho,
se dedico a oficios tales como barrer, lavar, cuidar a los enfermos y a
los ancianos con inmensa misericordia, y en completo anonimato y sin
desear la atención o el apoyo de los miles de devotos que ya portaban la
medalla que gracias a ella se había elaborado, incluso recibió muchas
humillaciones y maltratos por parte de hermanas suyas que solo la
consideraban como una monja mas.
Solo ocho meses antes de su muerte, cuando ya se encontraba muy
anciana, enferma y agotada por los años de servicio a los más pobres y
su antiguo confesor ya había fallecido, le revelo a su superiora que era
ella la vidente de las apariciones en la capilla del Bac con todo
detalle.
Falleció el 31 de diciembre de 1876.
Como ella había revelado sus visiones a su superiora, que revelo la
identidad de la visionaria a la comunidad y a toda París, algunos meses
antes de morir, cientos de personas asistieron a sus funerales y se
cuenta de que un niño paralitico, que había sido llevado por sus padres
al funeral de Sor Catalina, pudo volver a caminar en el momento que toco
el ataúd de la santa.
Con ocasión de su beatificación en 1933 su cuerpo fue exhumado, y
aunque habían pasado 57 años desde su fallecimiento, fué encontrado
incorrupto. Solo sus hábitos habían sido corroídos por la humedad que se
filtro en el ataúd, su cuerpo fue revestido con un habito nuevo,
incluida la tradicional cofia o corneta con alas propia del antiguo
habito de su congregación, y colocado en una urna de cristal.
Hasta el día de hoy su cuerpo puede ser visto por todos los peregrinos que llegan a la
Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, París.
El papa
Pío XI la beatificó el 28 de mayo de 1933 y
Pío XII el 27 de julio de 1947 la canonizó. Su fiesta se celebra el
28 de noviembre.
Visiones
Según Catalina, durante la noche del
18 de julio de
1830
se despertó al oír la voz de un niño muy hermoso que la llamaba
"Hermana, todo el mundo duerme, venga a la capilla, la Santísima Virgen
la espera". Catalina se levantó, siguiendo al niño. Al llegar a la
capilla, escuchó el roce de un vestido de seda. Dice que allí se le
apareció la Virgen y le dijo: "Dios desea encomendarte una misión. Tú
serás contradecida, pero no tengas miedo; la gracia te acompañará para
que puedas realizar aquello que es necesario. Cuéntale a tu director
espiritual todo lo que sientas en tu interior. Son tiempos en los que
prevalece la maldad en Francia y en el mundo."
Los dos lados de una Medalla Milagrosa.
Meses después, el
27 de noviembre,
Catalina contó que la Virgen se le volvió a aparecer, durante sus
meditaciones vespertinas. La vio dentro de un marco oval, que se alzaba
sobre un globo pisando una serpiente; de sus manos salían rayos de luz
algunos de los cuales no llegaban a tierra. Alrededor del margen del
marco estaban inscritas las palabras "Oh María, sin pecado concebida,
rogad por nosotros que acudimos a ti". La Virgen dijo: "Es la imagen de
las gracias que reparto sobre las personas que me las piden", y para
explicar porque algunos de los rayos proyectados no llegaba a tierra,
agrega: "Es la imagen de las gracias de aquellos que se han olvidado de
pedírmelas". Mientras Catalina contemplaba, la imagen pareció rotar, y
se podía observar un círculo con doce estrellas, una gran letra M
superpuesta por una cruz, y debajo las siluetas estilizadas del
Sagrado Corazón de Jesús y el
Inmaculado Corazón de María.
Catalina dijo que después la Virgen le pidió que tomara esas imágenes y
se las llevara a su padre confesor, y le pidiera que las mismas debían
ser impresas en medallas, añadiendo: "Todos aquellos que porten la
medalla recibirán grandes gracias."
Después de dos años de entrevistas y de observación de la conducta de
Catalina, el sacerdote informó al arzobispo de París de lo sucedido sin
revelar la identidad de Catalina. La propuesta fue aceptada, se
fabricaron las medallas y llegaron a ser muy populares. La doctrina de
la
Inmaculada Concepción aún no era oficial, pero la medalla con las palabras
Concebida sin pecado influyó en el papa
Pío IX al proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854.
Amada Santa Catalina Labouré: Intercede ante Dios nuestro Señor por nuestra salud y la de todos nuestros conocidos. AMÉN