PUBLICACIÓN DE LA REVISTA ARISTOS INTERNACIONAL
DEL RELATO DE ELSA LORENCES DE LLANEZA
JUNIO 2020
MORIR SOLO
Elsa Lorences de Llaneza
-Argentina.
VIVENCIA-HOMENAJE A LOS FALLECIDOS POR EL COVID-19
No sé por qué te apareciste de golpe en mis
recuerdos. ¡Hace tanto tiempo ya! Es más, nunca te había visto, nunca
llegué a conocer tu nombre, pero un lazo muy profundo nos unió.
Estuve a tu lado en el momento de la despedida. ¿Qué
me llevó al lado de tu cama? No lo sé. No lo sabré nunca. Quedará como
un recuerdo entre vos y yo, porque vos me estabas esperando, estoy
segura, antes de entregar tu alma a Dios.
Yo había ido a ese Sanatorio a acompañar a una amiga
muy querida que iba a ser operada. Llegué un poco tarde y, cuando me
dirigía a la pieza que le habían asignado, me encontré a una de sus
hijas que me comentó que ya la habían llevado al quirófano y que estaban
esperando en otro lugar. Fui con ella y en esas charlas que hacen pasar
el tiempo una nieta dijo: Menos mal que a la abuela la trajeron a
horario, ya no aguantaba más estar el lado de esa señora que se estaba
muriendo. Curiosa pregunté – ¿Cómo es eso? -Sí, me dijo Cecilia, el
cuarto es de dos camas y en la de al lado había una señora que se estaba
muriendo. – ¿La acompañaba alguien? Seguí preguntando. – No, estaba
sola. Esperaban a la hermana pero no terminaba de llegar. A mí me daba
impresión- continuó Cecilia.
La conversación derivó por otros andariveles pero yo
me quedé callada. No podía sacar de mi cabeza a la pobre mujer a punto
de morir sola.
Pasó un tiempo y salió un médico a avisar que la
operación se había complicado e iban a tardar más de lo previsto. Me
puse a conversar tontamente otra vez mientras mi cabeza no dejaba de
pensar en esa señora que se estaba muriendo sola. En un impulso me
levanté, pregunté a las chicas el número de la habitación dije: -Ya
vuelvo y me fui.
Caminé por el pasillo hasta la habitación que me
habían señalado y entré. El cuarto estaba en penumbras. Una cama estaba
vacía esperando a mi amiga para cuando volviera de la cirugía. En la
otra, una figura chica, anciana, con los ojos cerrados esperando el
momento de partir. Me acerqué despacio, me paré en la cabecera de la
cama y me pregunté: ¿Qué puedo hacer? Nunca había pasado por una
situación semejante. Llamé a Dios con mi pensamiento. ¿Qué hago Dios?
me pregunté. Y enseguida pensé como me gustaría morir a mí. – Sí, me
dije, sería hermoso que alguien me tomara de la mano y en voz queda me
dijera: “Descansa. Todo está bien. No tengas miedo, yo estoy a tu lado,
déjate llevar” Me puse a rezar, un Padre Nuestro, un Avemaría y un
Gloria. Cuando terminé le hice la señal de la Cruz en su frente y es en
ese preciso momento que, con un profundo suspiro exhaló su último
aliento y expiró, suave, delicadamente, como si hubiera estado esperando
que alguien la acompañara para irse tranquila y en Paz. Mucha Paz.
En ese momento una enfermera entró en la pieza y te
tomó lo signos vitales y me dijo que habías fallecido. Luego me preguntó
quién era yo. –Nadie, le dije, vine a acompañarla a morir, entonces
mientras tapaba a la señora con la sábana me pidió que me retirara que
iba a llamar al médico. Y así hice. Te dejé y me fui.
¿Por qué hoy se me dio por acordarme de vos? Tal vez
al oír que, por culpa de la pandemia, hay tanta gente que muere sola
se encendió esa lucecita que tiene la fuerza de los ángeles y llegaste a
mi memoria despacito, despacito. Ojalá que el día de mi muerte, alguien
esté a mi lado diciéndome: “Tranquila, descansa, no tengas miedo,
déjate llevar”
Elsa Lorences de Llaneza
elsalorences@yahoo.com.ar
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