“Una admonición en sueño”
Sentado sobre el teclado una fuerte alucinación me
encierra en la nada. Como flotando en un espacio velado y misterioso la
imagen de un purpurado se me encima. Apenas puedo razonar ante el misterio y la
sombra se desliza sobre un pergamino que dice: “Siempre hay gente con
certezas firmes, convicciones profundas y las mantiene”. La figura que se
me acerca, es la de un noble Señor, al que escucho decir, soy “Mindszenty”.
Prestamente mi visión se disgrega y se remonta a un lugar de Hungría. Una aldea
de nombre indescifrable como “Csehi-minszent”, me hace estremecer
ante una magnánima silueta. Una augusta figura, como lámpara consagrada, me
reclama rememorar su memoria. Como si me impusiese reivindicar valores en
tiempos aciagos para la humanidad. Esa persuasión la puedo interpretar
como “viva” en un añoso papiro que se me revela. Se llama “József” me describe, nacido en 1892 y ordenado sacerdote en
1944. El pliego añejo que se extiende y se eleva hacia el cielo, me
revela verdades de un hombre de fe, que hasta en su martirio no lo
pudieron doblegar. Me exhorta a defender la Patria, cuando se avecina un
sistema “Intrínsecamente perverso”. A que si necesitamos reconstruir, lo
hagamos con fervor patriótico, pero no solo en el mundo material sino también
en nuestra vida interior. A que en estos tiempos de quiebra, los Diez
Mandamientos continúan estando a salvo y con asombroso vigor. Que los eternos
Decálogos deben ser piedras angulares de reconstrucción en cualquier sentido.
Que el gran Pastor del rebaño a los Sacerdotes exhorta a perseverar sobre las
verdades eternas, invariables y nunca alteradas por la moda. Que la nación que
reniega de su pasado, que lo olvida o lo desprecia, no merece ver el futuro.
Que el pecado destruye a los pueblos y la lucha del patriota es la
de salvar a su pueblo y la labor clerical la de vencer al pecado. Que en
esas tareas por Dios y por la patria están íntimamente unidas todas las
naciones. Que la América nacida de la evangelización española, debe afirmar sus
raíces en la tradición católica. Me apunta que “la verdad continua siendo
verdad, incluso si pierde su voz”. Que la a “mentira continua siendo mentira
incluso si millares la profesan, o la quieren imponer”. Me recuerda el
derecho de un pueblo a exigir y de apartarse de todo lo que estuviese en
contradicción con los mandamientos divinos. Que la Iglesia no desaprueba
ninguna de las formas más diversas de gobierno siempre que se expongan como
adecuadas para servir al bien de los ciudadanos. Llama a todos los pueblos a la
oración con una enorme energía purificante de reparación. La “sombra” ya
engrandecida se hace luz y aparece nítida la figura del otrora gran cardenal.
Es el mismísimo arzobispo de Esztergom,
primado de Hungría, el que tuvo que lidiar con los Nazis y socorrer a más de
doscientos mil Judíos refugiados. El que tuvo desde su fe y valentía
irrefrenable que reparar no solo los daños de las bombas sino velar por la
restauración de la religión y las virtudes de la nación húngara. La
sombra se disipa por momentos y a su lado aparece una mano que sostiene el
cartapacio sagrado. Es la palma del Papa Pio XII que lo consagró Obispo. Sí.
Todos sabemos que dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es de Cesar es
una de las más conocidas lecciones de Nuestro Señor Jesucristo. Pero hombres y
acciones como la del cardenal es lo que necesita el Mundo. Que pueden
estar equivocadas, lo entendemos. Pero aún en el caso de equivocarse no deja de
causar admiración y respeto el denuedo con que defienden las verdades de la que
están persuadidos. ¿Serán obstinados, tercos?, quizás. Pero enormemente
admirables. Por eso recobrado de mi aparición, desde mi computadora a
Tata Dios le digo: “Señor, no te adivino. Te conozco. Te entiendo. /Te sé amigo
y cercano. Cercano como un Hombre. / ¡El mar de mi poesía está pidiendo/con su
grito de luces, la vela de tu nombre. Protege a mi Patria. Preserva a mi País
“Argentina”.
Dr. Jorge Bernabé
Lobo Aragón
Mil gracias por su colaboración Doctor. Bendiciones. Elsa.
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