Anonimato y honor
"No ser conocido y nombrado en un tiempo como el nuestro es el mayor de los honores"
L. Feuerbach
Lo que dice en una carta Feuerbach
(1804-1872) - filósofo y antropólogo alemán - hace más de un siglo vale
también y con más razón en el 2016.
Nuestra sociedad es la sociedad del
culto a la apariencia y a la imagen, de la cultura superficial y
efímera. La revolución que instaló la tecnología en cuanto a
comunicación hizo de la apariencia y la instantaneidad una religión. No
importa ser, importa aparecer. En general también, lo que aparece, es justamente algo que poco tiene que ver con una expresión genuina del ser.
Como se dice "la apariencia engaña" pero, no por el hecho que todos sabemos el refrán, estamos a salvo.
La necesidad compulsiva de aparecer de
nuestra sociedad es la consecuencia de un vacío interior y de una
búsqueda de aceptación y aprobación. Desconociendo el ser buscamos
alivio en la gratificación fácil e inmediata del aparece. Se buscan los
aplausos y ser honorados. Ya Jesús hace dosmil años criticaba este
actitud a los profesionales de la religión.
Una de las decisiones más acertadas que tomé en estos últimos años es la de desterrar la televisión de mi vida.
Este mundo de la apariencia me suena a
falsedad, superficialidad y exterioridad. Programas televisivos y textos
de las canciones reflejan a la perfección esta ideología. Todo esto me
produce cierta nausea. Nausea necesaria a veces y que por cierto me
banco alegre por mi vida misionera.
Lo que nos salvará será la interioridad.
Y la interioridad poco o nada tiene que ver con la apariencia. Ser e
interioridad van de la mano. Cuando creamos en nuestras vidas espacios
concretos y sencillos de interioridad nos estamos enraizando en el Ser y
aparecerá muy poco y solo lo que tiene que aparecer.
No ser conocido y nombrado por parte de esta cultura del aparecer es un gran honor. Realmente.
Nombrar es algo sagrado: es lo que Dios
hizo en la creación según el relato simbolico del Génesis. Nombrar es
crear, es instalar a algo en el ser. Cuando la cultura de la apariencia
te nombra entra en contradicción. No me nombren por favor.
Hay otra manera de nombrar. Una manera que honra en ser. Una manera que surge del amor. En el fondo solo el amor es honorable.
Esta forma de honor es la que más me
gusta: el honor de las cosas sencillas, de la fidelidad en las pequeñas
cosas, de los almuerzos familiares, del compartir entre amigos, del
abrazo sincero.
Es un honor genuino que rehuye la
ilusión del éxito y los aplausos. El honor que justamente vive la
interioridad y de la humildad, El honor que encuentra su tremendo gozo
simplemente en el Ser, sin necesidad de aparecer. Como la rosa que
florece porque si, simplemente florece. Está ahí en su belleza porque
simplemente es.
Hermosísima reflexión Padre. Stefano Cartabia Omi. (Uruguay) No solamente por televisión se ve este culto por la apariencia, también en las redes sociales uno lo suele ver. Es cierto lo que Ud. dice: Gracias a Dios que por ahora no nos nombran. Bendiciones.
¡¡Qué buena reflexión en estos tiempos de prisa, de desidia, de frivolidad y apariencia!! Cultivar el interior con la humildad de María para iluminar con la luz y la verdad que irradian los dones sencillos y útiles que el Señor nos regaló para el crecimiento y la Salvación de todos!!!
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