Oh,
mi Cristo Milagroso,
sobre
tus piernas heridas,
mi
frente acerco y reposo
en
tus llagas ofrecidas.
Hacia
tus plantas me postro,
mendigo
de eternidad,
a
la tierra vuelto el rostro
clamo
el pan de tu piedad.
Por
mi culpa suspendido
al
suplicio del madero,
tributo
de ciervo herido
en
tu ofrenda de cordero.
Tu
sangre ofrecida en precio
por
tu amigo pecador,
Cirineo
vano y necio
que
no carga tu dolor.
Tres
clavos y una corona
en
tu cuerpo atravesado,
y
la lanza con que dona
agua
y sangre tu costado.
Pende
tu fruto de cielo
del
sagrario de la Cruz,
hostia
de vida en desvelo,
cáliz
vivo de la Luz.
Reconozco
mi estatura
de
rodillas ante Vos,
mi
medida de criatura
en
el misterio de Dios.
Bosco Ortega
Gracias Bosco. Muy buen poema en tiempo de Cuaresma.
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