Es un ligero y ágil barrilete
el alma enamorada de Cristo,
y en su sangre rescatada.
El
Viento del Espíritu lo impulsa,
quiere elevarlo al infinito cielo,
unirlo para siempre con la
Nube,
volver lo temporal eterno.
Pero un
débil sedal lo tiene anclado,
cautivo de la tierra y sus urgencias:
es un frágil cuerpo modelado en barro
que no resigna abandonar el suelo.
Cuánto
con más fuerza sopla el viento,
más tensa el sedal que al fin se corta.
La noble cuerda que cumplió su parte,
yacerá en la tierra hasta que
aclare
el día jubiloso de su vuelo.
Y el barrilete liberado sube
hasta alcanzar la meta de su sueño:
volar sin trabas ni ataduras;
trepar hasta perderse en las alturas;
fundirse para siempre con su Dueño.
NÉSTOR BARBARITO
Gracias Néstor. Hermosa metáfora. Mil gracias por colaborar.
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